El folk entusiasma al público

A.S.R.
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Lila Downs vence a la amenaza de lluvia con una explosión de color, baile y alegría en un Castilla Folk que arrancó con Vanesa Muela, que, aunque con retraso, también entusiasmó al público

El folk entusiasma al público - Foto: Jesús M. Izquierdo

Podía ser venganza si quisiera, pero ella decidió ser águila y fue volando arriba sin parar. Subió, subió, subió y con ella arrastró a un público entregado en el minuto uno y entregadísimo en el diez, el treinta y cuatro, el sesenta y ocho y el ciento veinte. Lila Downs salió con puntualidad británica, aunque ella es mexicana, al escenario del Espacio Atapuerca y con la primera canción, Las marmotas, la que abre su último disco, Al Chile, puso calorcito, alegría y unas ganas locas de bailar en quienes acudieron a la segunda cita con el XX Castilla Folk, que vivió la primera en horario vespertino con el concierto de Vanesa Muela.

La mexicana, con su colorido vestido, su sonrisa permanente, su poderosa voz y una banda más que cómplice, sedujo hasta al cielo, que, a pesar de los nubarrones, se portó.

Como lo hizo ella, que, después de rememorar que su primera vez en la ciudad fue hace 12 años -también en el Castilla Folk, también con amenaza de lluvia, que obligó a trasladar el directo al Teatro Principal-, bailó cumbias y rancheras, se paseó por San Marcos, Acapulco y Guanajuato, recordó a Manu Chao con su Clandestino y a Chavela con La Llorona, brindó con mezcal y puso al fuego el chile frito... y cantó a la muerte, a la que no se le escapa ningún pasajero y a la que, palabra de Lila, hay que recibir con una cerveza... Cuando yo muera no llores sobre mi tumba, cántame un lindo son, ay mamá... Desde luego quienes burlaron al frío y danzaron con ella pueden morir tranquilos porque Downs cantó más que un lindo son.

Se trenzaron estas raíces latinas con las castellanas de Vanesa Muela, aunque la lluvia, que no chistó a la mexicana, brincó traviesa unas horas antes con la vallisoletana. Había avisado -y la que avisa...- y los organizadores intentaron burlarla trasladando el concierto al templete. No contaban con que tenía ganas de jugar. Y a las siete de la tarde, hora prevista para el inicio de la actuación, caía como si no hubiera mañana. Mientras la artista, con todos sus cacharros preparados, esperaba el milagro bajo el quiosco, el público buscaba un tejadillo donde ver la lluvia caer.Porque muchos aguantaron el chaparrón. Y, a veces, la paciencia tiene premio.

A las 19.37 horas, la folclórica afinó voz, cogió la pandereta, y luego el almirez, y la sartén, y el carajillo, y el pandero, y las cucharas, y enlazó un romance con una jota, y una seguidilla, y un pasodoble, y se arrancó con El palillo del tío Roque, y recordó la canción recogida en Cerezal de Aliste, y provocó risas con el ingenio que gastaban mozos y mozas en los bailes de tarde, y les aconsejó que si vas a la mar no metas el pie porque si lo metes te picará el pez, y así hasta la hora y media larga que animó El Espolón, que, a la vez que se sucedían las jotas, y los bailes de Alfonso Díez y Patricia Melero, se llenaba de gente. Y esa partida también la perdió la lluvia.