Un impulso para ser un buen yogui

María Albilla (SPC)
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La constancia es clave en esta disciplina, por lo que hay que romper con las excusas e impedimentos que frenan incorporarla a la rutina

Empezar una actividad no es lo complicado, lo difícil es coger el hábito y mantenerlo en el tiempo. Seguro que le ha pasado alguna vez en la vida con las clases de inglés, todos los lunes con la alimentación sana y cada Navidad con ir al gimnasio... entre otras actividades. Puede que le haya sucedido incluso con algunas de esas cosas que se ponen de repente de moda, como el yoga, pero resulta que luego no ha conseguido ser constante en ello...

En las líneas que nos ocupan, poco se puede hacer por el inglés, la alimentación o el gimnasio, pero la profesora de yoga Julia Arteaga (Albacete, 1986) tiene mucho que decir que sobre cómo ser constante y la importancia que tiene la rutina en esta disciplina.  Y lo desgrana en El hábito hace al yogui, su segundo libro, después del divertido -y realista a la vez- Yoga con humor.

Consciente de que la vida cotidiana está llena de obstáculos que dificultan la práctica, Arteaga asegura que estar de vacaciones, con niños, o en momentos de ocio no significa olvidarse de la práctica.

Muchos de los aspirantes a yogui del año han llegado a la esterilla porque cada vez se recomienda más su práctica, pero sin saber muy bien lo que es. Para Arteaga, «siempre que se ponga de moda algo beneficioso para la salud está genial porque más gente accede a una vida saludable, lo que sí es cierto es que resulta más fácil que lo dejen». Por eso ella recomienda que hay que encontrar el sentido de la práctica para poder crear adherencia y ser constante.

«Es muy importante no solo hacerlo porque  lo hace tu prima, porque has pagado el semestre del gimnasio o porque le sale genial a alguien a quien sigues en Instagram. Lo tienes que hacer porque ves algo en ti que crees que el yoga puede mejorar». Pero sin prisas. Los resultados no son instantáneos y puede que incluso no respondan a las expectativas.

Paso a paso. Primero hay que comprobar «que hay potencial». Luego, constancia para llegar a afirmaciones tan rotundas como que el «yoga cambiará tu vida a todos los niveles». La creadora de yoguineando.com considera que cuando la práctica es constante, ves que llegas a cosas que antes no podías. Y no se refiere solo a lo físico. Aunque en ese camino habrá obstáculos como posturas que no salgan, comparaciones con los demás, pereza para ir a clase, malos momentos en la vida... Pero «vas aprendiendo a quererte más, compruebas que tu cuerpo sirve para algo más que para llevarte de un sitio a otro y empiezas a quererlo tal cual es, hasta con sus mollas, porque ves que te sirve para llegar a estados mentales muy bonitos en los que nunca antes has estado».

Y es que el yoga va mucho más allá de las asanas (posturas) que se suelen tener en la cabeza. Va de sentirse bien con uno mismo en cualquier parte y en cualquier momento. «Cuando las personas que hacen yoga notan que se sienten bien con ellas mismas, todo cambia. Aunque nada se haya modificado en el exterior, si tú por dentro has cambiado una emoción o un estado mental, eso hace que la reacción que tengas al relacionarte con el mundo sea diferente a la que hubieras tenido sin esa práctica y todo tu alrededor cambia».

Pero ¿qué es ser constante en yoga?, ¿qué se necesita para crear el hábito? La práctica estable es lo que lleva a los resultados. «Los que practicamos nos martirizamos mucho cuando nos saltamos las clases o no podemos ir un día, pero la gente puede hacer el yoga que quiera. Para mí, ser constante es hacer el yoga que necesitas cada día. Para un atleta puede ser una hora al día, para una bailarina, las posturas de estirar y para un señor de 70 años pueden ser unas cuantas respiraciones. Es el que necesita cada uno, no el que te impongan los demás», explica.

En cualquier sitio

Lo cierto es que esta disciplina se puede practicar a cualquier hora del día y en cualquier sitio. La oficina, la playa, en el jardín de tu suegra, en un centro especializado...  pero hay un handicap en la mentalidad de todo aficionado acostumbrado a tener un guía: hacer una sesión en la soledad de su casa. Arteaga asegura que ella tuvo que recurrir en un momento de su vida a las plataformas on line para poder practicar y ahora vuelca también a través de este sistema sus clases. «De cinco minutos a una hora, de una sola postura, para desfogar o para dormir mejor... lo importante es que cada uno encuentre en yoguineando lo que necesite cada en el momento. El on line creo que ha sido una revolución», explica.

Además, recalca que no pasa nada por no estar cada día correctamente alineado ni «preparado en todo momento para la foto». Asegura que es enfocarse demasiado en lo de fuera, cuando el yoga está pensado para hacerlo en soledad.

El trabajo, el cansancio, los niños, la cervecita con amigos, hacer la comida, más trabajo, más cansancio... cualquiera puede ser la excusa para no practicar yoga, pero la satisfacción después de la práctica puede vencer a todas.