El hundimiento de un túnel y aquellos viajes berlanguianos

R.P.B.
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Primero fue un descarrilamiento; después, un desprendimiento en el túnel de Somosierra; cuando sucedió, el tren 'Directo' se convirtió en un autobús. Enseguida llegó la nada...

La boca del túnel durante la obra de tapiado - Foto: Alberto Rodrigo

Aunque ya estaba herida de muerte, dos hechos vinieron a dar la puntilla a la línea férrea Madrid-Burgos por Aranda. El primero, que habla a las claras del abandono y el olvido en el que ya se encontraba, se registró en 2010: un desprendimiento de tierra entre Gumiel de Izán y Fontioso que provocó el descarrilamiento de un tren de pasajeros. No hubo que lamentar muchos heridos: sólo viajaban seis personas en tren, la media de pasajeros que había entonces. Aquel suceso fue la excusa perfecta para que Renfe tomara una decisión esperpéntica, berlanguiana. Pura astracanada: se sustituyó el tren por un autobús. Lo que pareció una medida temporal en tanto se introducían las necesarias reformas en el punto del siniestro se prolongó en el tiempo y quienes, en adelante, cubrieron esa ruta asistieron con estupefacción a que era un autobús el que les recogía en la estación de tren de Chamartín y les llevaba a la de Burgos parando en todas y cada una de las estaciones -de tren- del recorrido. (En el colmo de tanto delirio, en cierta ocasión el microbús que sustituía al tren tuvo una avería a medio camino, teniendo que ser empujado por el pasaje para poder continuar la ruta. Cosas veredes).

Para más inri, casi un año después del descarrilamiento se produjo otro percance en la línea, concretamente un derrumbe sobre una máquina bateadora que realizaba labores de mantenimiento en la línea a un kilómetro de la boca norte. Aquello fue la puntilla. Nada se movió en adelante. Desde ese instante -marzo de 2011- ningún tren (ni de pasajeros ni de mercancías) volvió a pasar por el túnel; esto es, el tramo Madrid-Aranda quedó definitivamente anulado. Lejos de tratar de arreglar el desaguisado, lo más que hizo Adif (toda una declaración de intenciones) fue, años después, tapiar las bocas del túnel para que ningún curioso se colara por ellas y evitar alguna desgracia mayor. O la vergüenza tremenda de que, como sucediera con un grupo de youtubers denominado Abandoned Spain que accedieron al interior, se grabara e hiciera público y viral que la máquina bateadora seguía exactamente igual que cuando la cubierta se derrumbó sobre ella. Nadie se creyó lo que apuntó entonces el administrador ferroviario, que esa actuación no era incompatible con una posible reapertura de la línea, puesto que se trataba de una construcción auxiliar que, en caso necesario, podía eliminarse de forma sencilla. Y ahí siguen, las tapias.

También señalaba Adif que la posible reapertura pasaría exclusivamente para los trenes de mercancías, sin que en ningún momento se mencionara la posibilidad de dar servicio de transporte a pasajeros. Pero tanta infamia no concluyó ahí, porque hasta el esperpéntico Talgo-Bus quedó suprimido dos años más tarde. Y, finalmente, en enero de 2015, Adif oficializó la suspensión del tren después de cuatro años sin servicio. Quedaba en suspenso la línea 102 correspondiente a la bifurcación Aranda Madrid-Chamartín, concretamente del tramo delimitado entre Aranda de Duero-Montecillo y Manzanares-Soto El Real, a todos los efectos inoperativa desde el suceso de Somosierra. Por más que Adif, frente a la contestación social que tuvo la comunicación, asegurara que se trataba de una simple comunicación de operatividad para circulación de carácter interno que nada tenía que ver con el estado habitual de la infraestructura y que no suponía en modo alguno la baja de forma oficial, la realidad es que seis años después las cosas siguen como estaban en aquel 2015. O peor, claro: el tiempo pasa, los tramos no utilizados languidecen y empeora su estado a marchas forzadas. Y los planes de futuro, como se sabe, pasan muy lejos de allí.