Un milenio de recuerdos

I.M.L. / Gumiel de Izán
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Todas las tardes estivales, en la zona del Palacio de la villa gomellana, este grupo de mujeres aprovecha los bancos a la sombra para compartir las vivencias de antaño. Con edades entre los 95 y los 78 años, nunca pierden la sonrisa

A excepción de algún achaque propio de la edad, la salud de estas mujeres se deja ver en sus ojos y en la socarronería que despliegan al hablar de algunos asuntos. - Foto: I.M.L.

Antes se sentaban a la puerta de las casas, a las fresca, con la labor o simplemente a charlar cuando habían terminado todos sus quehaceres. Una sana costumbre que las mujeres de Gumiel de Izán mantienen, aunque ahora aprovechan tres bancos colocados en forma de U junto a la calle Real, en lo que los gomellanos llaman el Palacio. Allí se las puede encontrar todas las tardes de verano, cuando el sol baja a partir de las siete, pasando un rato de charla. «Antes íbamos también al centro a jugar a las cartas, pero como ahora está cerrado por esto del coronavirus, venimos aquí», concreta una de las más jóvenes.

Y cuando decimos jóvenes nos referimos a que la de menor edad tiene 78 años, Mari Cruz Araúzo Ontoria, mientras que la mayor luce muy bien sus 95 años, Teresa Ontoria Molero. Entre medias están las demás: Mercedes Laso, Justina García, Maximina Terradillos, Purificación Ontoso, Ana Molero, Domitila Pérez, Felipa Escolar, María del Socorro Cilla y Florentina González. Entre todas suman 977 años, casi un milenio de recuerdos y experiencias que comparten con quien quiera pasar un rato con ellas.

Recuerdan «cuando las calles eran de barro en vez de adoquines» como ejemplo de cómo ha cambiado Gumiel en todas estas décadas. «Cuando me fui yo en el año 62 todavía no había agua corriente en las casas», apunta Maruja, a lo que otra compañera le corrige que ese servicio llegó en el 64, «me acuerdo porque es cuando nació mi niño». «Nos íbamos a la fuente a por agua y a lavar al río», «teníamos que romper el hielo en invierno», «yo tengo nietos de 40 años y todavía iba a lavar al río» empiezan a contar entre todas de manera un poco atropellada. Confiesan algunas incluso que «aprovechábamos para quedar con los novios», «mucha agua iba fuera para poder volver otra vez», «mi madre me decía que ya había agua y yo, que ese agua no estaba bien, la tiraba para ir a por más»,... encadenan los recuerdos mientras Socorro niega con la cabeza, porque ella «era más formal».

Y así toda la tarde, entre canciones, refranes y chascarrillos de todos los tiempos. Un pozo de sabiduría gomellana para todo aquel que quiera pasar un rato con ellas.