El Encuentro de nunca acabar

Angélica González
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Los más viejos de este poblado reciben con escepticismo la promesa del candidato socialista a la Alcaldía, Daniel de la Rosa, de terminar con este enclave. «Solo se cerrará si el terreno es necesario para construir casas»

Esperanza Jiménez (d.), una de las vecinas más mayores, con algunas mujeres de la familia. Foto: Patricia González

Es un auténtico baldón para toda la ciudad. Que en el año 2019 exista un gueto como el poblado gitano de El Encuentro es una vergüenza para la ciudad y así lo reconocen los partidos políticos que han tenido entre sus prioridades terminar con él, que siempre se han lamentado -como hacía en estas mismas páginas hace no mucho tiempo la concejala Gema Conde, realizando un ejercicio de autocrítica- los obstáculos que desde hace casi 26 años están interfiriendo para que el centenar de personas que vive allí permanezca en un pseudobarrio compuesto por casas prefabricadas, en el mejor de los casos, y chabolas. El actual candidato a la Alcaldía por el PSOE, Daniel de la Rosa, ha abordado el asunto esta misma semana y se ha comprometido formalmente a cerrar este enclave si consigue llegar a dirigir el Ayuntamiento, una promesa electoral que ha sido recibida con una gran dosis de escepticismo por sus habitantes.

Quienes han demostrado una mayor incredulidad son dos de las personas más mayores que ahora mismo viven allí: Esperanza Jiménez, de 67 años, y su marido, Miguel Dual, que con 71 años es el más viejo del lugar, no tienen ganas de creerse nada después del último revés con el que se han encontrado. Hace no muchas semanas tuvieron que volver a su casa prefabricada tras ser realojados en un piso cuyos accesos -dicen- eran impracticables para la silla de ruedas de Miguel, enfermo de esclerosis múltiple desde hace años: «No entendemos cómo sabiendo las necesidades que tenemos nos llevan a una casa con tantos obstáculos, así que aquí estamos otras vez», dice Esperanza con la resiliencia que da  haber criado y ayudado a criar en ese entorno a diez hijos, 41 nietos y 37 biznietos.

Es el Día del Padre cuando hablamos con esta pareja en su inmaculadamente limpia casa que poco a poco se va llenando de familiares que quieren homenajear a Miguel, quien apenas puede hablar pero que con los ojos y un hilo de voz dice muchas cosas, entre ellas, que todo se echó a perder en el barrio cuando se murió su padre, Emiliano, patriarca y hombre de respeto para toda la comunidad. 

Esperanza, también conocida como Morita, recuerda la ilusión con la que salieron de Las Tejeras  rumbo a El Encuentro y lo espectacular que le pareció aquel lugar espacioso y limpio y aquellas casas tan apañadas. Aquello pasó en junio de 1993: «Era maravilloso. Cuando llegué me pareció el Edén comparado con las chabolas donde vivíamos, en las que había ratas más grandes que los niños. Con el tiempo, la cosa fue a peor y empezamos a sufrir el frío en las casas en invierno, el calor horroroso en el verano y lo aislados que estábamos, vivir aquí es depender de un coche para todo, porque apenas pasan autobuses y es no escuchar el ruido de la gente, no hay tiendas, no hay nada», dice con una resignación que no comparten sus hijos, mucho más peleones y reivindicativos.

Toni, uno de los más pequeños, ahora ya padre de familia, y Pastora, también madre y abuela, aseguran no estar muy conformes con los criterios por los cuales el programa municipal de realojo elige a unas familias y a otras no para salir de El Encuentro. El primero cree que hay mucho paternalismo en la relación que se establece entre algunos de los habitantes del barrio y los profesionales del programa municipal de desarrollo comunitario que realizan conjuntamente el Ayuntamiento y la asociación Promoción Gitana: «A mí nadie me tuvo que acompañar a hacer gestiones ni a pedir información a la Cámara de Comercio cuando empecé como autónomo». Su hermana Pastora, por su parte, está dolida porque su hijo, que asegura está completamente integrado en la sociedad, no es candidato a salir de El Encuentro: «No se utiliza el mismo rasero para todas las familias porque hay algunas a las que se les ha realojado varias veces».

Ambos coinciden en señalar también que hay muchas personas muy cómodas viviendo allí, un aspecto que se destaca en un informe de la Gerencia de Servicios Sociales de diciembre del año pasado. En él se indica que de las 37 familias establecidas hay 20 con habilidades suficientes para vivir de forma normalizada en la ciudad pero que no todas quieren salir del barrio «por el acomodamiento que supone vivir en el mismo y por la situación económica actual», es decir, que no cuentan con recursos para pagar un alquiler y los gastos que supone una casa: En El Encuentro pagan su consumo de luz y 18 euros por la casa prefabricada. El mismo informe explica también que de esas 20, 9 están dispuestas a ser realojadas.

Toni, por su parte, tiene claro que con las actuales políticas que se están aplicando a El Encuentro, éste no va a desaparecer: «Esto solo desaparecerá como Bakimet, es decir, si el suelo es necesario para construir viviendas o fábricas y lo que se debería hacer es tirarlo todo y realojar a todas las familias que quedan a la vez».

 

RADIOGRAFÍA DEL 'BARRIO'

Según ese mismo informe municipal, en diciembre de 2018 había en El Encuentro 37 familias establecidas. De ellas, 24 eran titulares de casas prefabricadas (cuando se inauguró eran 25 las prefabricadas pero una quedó destruida tras los incendios de septiembre de 2016, que supusieron una importante fractura social dentro del barrio) y 13 carecían de vivienda por lo que en siete de los casos tenían como alojamiento lo que eufemísticamente el Ayuntamiento llama ‘autoconstrucciones’, es decir, chabolas; 5 compartían prefabricadas y una estaba en situación de okupa fuera del barrio. De las 136 personas que allí viven, 48 tienen entre 0 y 12 años, 12 entre 13 y 17, 32 entre 18 y 30, 23 entre 31 y 45, 9 entre 25 y 59, 11 entre 60 y 70 y solo una de más de 70 años. Así, el 67,64% de toda la población es menor de 30 años.

En cuanto a la economía, en ese momento 21 familias eran perceptoras de la Renta Garantizada de Ciudadanía -8 de ellas la perdieron por incumplimientos en algunas de sus condiciones-, apenas 11 personas de todo el poblado habían trabajado a lo largo del año, 16 eran receptoras de una pensión no contributiva y dos, pensionistas de la Seguridad Social. Los años de la crisis fueron letales para El Encuentro, que llegó en algún momento a tener en el paro al cien por cien de la población en edad de trabajar. También en ese tiempo desaparecieron las ayudas que la Junta aportaba al Ayuntamiento para la compra de casas que permitiera seguir adelante con el realojo, lo que complicó de forma extraordinaria la solución para el gueto.

A pesar de esta situación, en  2016 el Pleno aprobó un plan de acción para el realojo que se ha quedado en nada. Los que sí siguen adelante son los programas de educación con los que el Ayuntamiento intenta mejorar las habilidades sociales de los vecinos y que abordan muy diferentes aspectos como higiene personal y del hogar, mediación y acompañamiento, motivación para llevar los niños a la guardería, actividades de prevención en salud, seguimiento escolar, orientación ocupacional, prevención frente a hábitos nocivos, ocupación del tiempo libre, solución conjunta a los problemas vecinales o limpieza colectiva del barrio.

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