Vínculos; si se aspira a tener estabilidad emocional hay que tener buenos vínculos. Esto parece una verdad sencilla, de Perogrullo, fácil de entender aunque no tan fácil de practicar en este modelo de sociedad en el que el aislamiento y la soledad se propagan como la mala hierba por todos los rincones, haciendo que cada vez más personas se sientan solas entre el bullicio reinante.

Una reciente encuesta publicada en El País definía un nuevo perfil de la soledad en el que ser joven y vivir en una situación precaria son circunstancias determinantes para experimentar el sabor amargo de sentirse solo y eso es novedoso, porque la juventud siempre fue un buen momento para establecer relaciones, para expandirse en la creación de nuevos vínculos con los iguales, con los que van haciendo la vida contigo, a tu ritmo, en tus mismos contextos. Pues para muchos no, para muchos la vida se vuelve cuesta arriba precozmente, antes de tiempo, y eso hace estragos en la salud emocional y física: cuando deberían crecer menguan y se contraen en tiempos de supuesta expansión.  

En el ámbito de la medicina, la calidad asistencial en la relación médico-paciente está directamente relacionada con la calidad del vínculo que el médico genera con el paciente, con el talante de esa relación en la que el profesional marca la pauta siendo cercano o marcando las distancias. Si se traslada esto a la calidad de vida de la que tanto hablamos y a la que tanto aspiramos viene a ser algo parecido: está directamente relacionada con la calidad de los vínculos humanos que generamos con familiares, amigos, compañeros de trabajo y en cualquier ámbito en que nos movamos. Pero el mensaje mediático no va por ahí, relaciona la calidad de vida con las cosas que poseemos, con los éxitos que alcanzamos, con las metas que logramos y, si nada de esto sucede, naufragamos. Y así, de naufragio en naufragio nos frustramos y acabamos en alguna terapia. Conclusión: vivimos en una sociedad en terapia.

Sería sensato des-psiquiatrizar la sociedad, devolverla a su contexto humano en el que las personas gestionamos la vida estableciendo una relación sensata con ella, con vínculos de calidad. Quizás así no nos sentiríamos tan solos.