Fernán Labajo

Plaza Mayor

Fernán Labajo


Que no todo cambie

22/06/2021

No son pocos los que abogan por que nada cambie a partir del 26 de junio. Que deje de ser obligatorio llevar mascarilla en exteriores no es razón suficiente para desprenderse de un accesorio convertido en salvavidas. Se han aferrado tanto al tapabocas que incluso se muestran partidarios de mantener su uso para siempre y así no contagiarse de un inocente catarro. Es increíble cómo algo que parecía tan inservible hace un año y medio se haya convertido en una extensión de nosotros. 
Entiendo perfectamente a todos los que voluntariamente decidan cubrirse el rostro porque creen que eso les alejará de estar una semana en la cama. Incluso sospecho que entre ellos se esconden individuos que la hubieran llevado sin una pandemia pero que desecharon la idea para no parecer unos lunáticos.Son los mismos que se hartaron de decir «yo ya lo dije» y se han pasado los últimos meses abroncando al personal por poner en riesgo al resto. Por supuesto que no quieren que esto se acabe. Están viviendo una contradicción tan maravillosa como la de tener la razón y a la vez vivir la experiencia más traumática de sus vidas. 
Yo también soy partidario de mantener costumbres arraigadas en estos tiempos convulsos. De hecho, no sé cómo no se habían fomentado antes. Me incomodaba en exceso, por ejemplo, tener que plantar dos besos en la cara a todo bicho viviente cada vez se producía un reencuentro. Cuando llegaba el último a una cena multitudinaria en un restaurante me sudaban las manos al pensar que tenía que hacer un paseíllo por toda la mesa para saludar a mis acompañantes. Hubo un tiempo en que opté por saludar con las dos manos a modo limpiaparabrisas, pero una vez me lo afearon y se me acabó el chollo. A ver quién me tose ahora. Y nunca mejor dicho.