Vladimir V. Laredo

Petisoperías

Vladimir V. Laredo


Una columna ñoña

30/12/2020

Quizá sea que estas fechas me tornan en un ser blandito que busca una cierta paz que no siempre consigue. Quizá sea que al llegar por fin el filo de este año desastroso me da cierto vértigo el no saber qué nos deparará el siguiente. Quizá sea que, visto en retrospectiva, este año he dado más protagonismo del debido a cosas menos positivas que las que me hubiera gustado. Quizás sea eso, sí.
Habitualmente usaría esta columna para pedirles, como en otras ocasiones, que escriban un propósito para el año nuevo y se lo guarden en el bolsillo para poder recordarlo de vez en cuando, pero me parece un poco superficial. O tal vez para hacer balance del año transcurrido, pero, lamentablemente, ese balance lo tenemos a diario en la tele, en la radio o en los tabloides. Y, sin embargo, me he propuesto escribirles una columna ñoña.
Ñoña, sí, y sin complejos. Porque este año les propongo que tengan muy en cuenta de ahora en adelante a toda esa gente que ha estado ahí, a su lado, apoyándoles en esta época extraña. Tengan en cuenta a quienes han estado al otro lado del hilo telefónico durante interminables horas. Acuérdense de aquellos que han amenizado las largas tardes de encierro con video llamadas convertidas en sucedáneo de charla de sobremesa. Piensen en quienes han estado contando sus vivencias en redes sociales de toda índole. Acuérdense de los músicos que han regalado su arte en internet, para que se mantuviera viva la llama. De quienes día a día les han procurado alimentos, les han transportado por la ciudad o les han cuidado cuando estaban enfermos. También de quienes han tenido más cerca, de sus familiares, de sus amigos, quizá hasta de desconocidos que, en un momento dado, y azuzados por la situación, les hayan echado una mano en los asuntos más banales, pero también más cotidianos. Ahora que parece que las cosas pueden mejorar de verdad podemos todos caer en la tentación de olvidarnos de quienes nos han ayudado a pasar este trago, pero no sería justo.
Hay quien puede pensar que esto que les pido es fruto de la sensiblería propia de la época del año en la que nos encontramos, pero ya les digo yo que no. No es sensiblería. Es ñoñería. Y me siento orgulloso de escribir esta columna ñoña. Feliz año nuevo, de verdad.