Recuerdo que cuando era pequeño escuché aquello de que los ángeles no tenían sexo. Seguramente fue cuando tenía esa edad en la que se te ocurrían preguntas sin mucha utilidad práctica, pero que de repente te venían a la mente y no podías vivir sin una respuesta que calmara aquella sed de saber. De cualquier modo, no tengo pensado hablar sobre mi infancia ni sobre los ángeles, sino más bien por la costumbre tan extendida que tienen los partidos políticos de uno y otro signo para llevar a los parlamentos autonómicos, diputaciones y ayuntamientos aquellos asuntos sobre los que no tienen ninguna competencia.
La política útil, ese término que acuñó y practicó el burgalés Juan Vicente Herrera, está muriendo. Los políticos se quejan de la falta de interés en la gente de la calle, pero nunca reconocen los estériles debates que mantienen durante horas y horas sobre aspectos que poco o nada preocupan a los ciudadanos de a pie. Iniciativas sobre el probable indulto del Gobierno a los condenados por el procès en las Cortes de Castilla y León, Diputación o Ayuntamiento solo sirven para perder el tiempo, ya que unos y otros repiten el argumentario oficial llegado desde las sedes nacionales de sus partidos. Lo mismo sucede con los peajes en las autovías y con tantos otros asuntos con cuyo debate solo se busca el voto de un sector de la población.
El electoralismo barato debería estar castigado por los ciudadanos y cada representante político debería estar preocupado por lo que importa a sus vecinos, el paro, la crisis sanitaria, la sanidad pública, la educación. Buscar soluciones, debatir alternativas, hacer propuestas útiles, ése debería ser el objetivo y si no váyanse a su casa.