Blanca García Álvarez

De aquí y de allí

Blanca García Álvarez


Juventud a examen

04/05/2023

Bienvenidos al mayo universitario: época de exámenes y de completo desconcierto. Un campus vacío en el que te chocas con la desaparición total de la juventud.

Se terminan contratos que nunca sabes si renovarás, si aparecerá, cual espora, una oportunidad que no sabrás manejar o si, definitivamente, no tienes nada.

Tristeza por los capítulos que se cierran: esas prácticas durante el curso que hacen que hasta tus jefes pasen un mal trago cuando llegan a la oficina y la encuentran completamente vacía tras la partida masiva de los becarios.

Carreras que se terminan, oportunidades que se cierran y una sensación de desconcierto hacia el futuro incierto del septiembre que viene que se abre de par en par.

Una vez leí que un curso universitario ocupaba a la vez tres años y tres meses. Yo añadiría que, además, tiene un carácter cíclico imposible de sobrevivir para los que nos quedamos trabajando en este mundo académico. La misma alegría e inocencia cuando entran con 18; la misma tristeza y miedo cuando salen con 'veintitantos'.

Tantas risas, tanto sufrimiento, tanta vida estrujada al límite de sus capacidades para concluir siempre igual: con un miedo completamente racional hacia las decisiones que verdaderamente marcarán tus días en esta tierra. Algunos lo ven como un paso sin más: no pueden estar más equivocados relativizando el pánico que supone enfrentarte ante el vacío más existencial.

También muchos -puede ser que usted mismo, querido lector- le quitan importancia pensando que estas decisiones no hay que darlas tantas vueltas, que por eso no tenemos hijos, ni nos casamos y sólo tenemos perros. Nos llaman, al fin de cuentas, cobardes.

Los jóvenes que terminan este mes las clases se encontrarán con un puesto de trabajo en el que cobrarán el salario mínimo -si acaso- hasta el final de su década de veinteañeros, con la imposibilidad de pagar un alquiler en el que le piden 600 euros por una habitación más gastos, y la dificultad creciente de destacarse con dos másteres -porque uno ya no te sirve de nada-. ¡Ah! Y sabiendo que no tendrán pensión.

Que con este panorama sean capaces de seguir dando el paso hacia delante para su futuro creo que es uno de los mayores actos de valentía que pueden realizarse. Porque nos preocupamos de a quién dejamos pasar a la tribuna para un acto, pero nos olvidamos de a qué generación dejamos mientras legislamos.