Vivimos tiempos de sequía, no llueve. Al menos durante lo que va de año. Y hay razones para pensar que el agua es uno de los problemas centrales de nuestro tiempo. También en España, donde esto de la sequía no es nuevo y llevó durante el último siglo, desde Primo de Rivera, a construir pantanos, y a montar desaladoras ya en nuestro siglo. También a gestionar el agua con talento, gota a gota, sin despilfarro. Lo de regar por inundación, que se llevó en alguna época, ya no vale, el agua es demasiado valiosa para desperdiciarla o malgastarla.
Pero no es de sequía y riego por inundación de lo que quiero llamarles la atención hoy, sino de algo mucho más actual e intrascendente, la campaña electoral en curso. El gobierno que preside Pedro Sánchez, concernido a distancia por estas elecciones locales y regionales, ha decidido entrar a fondo en la campaña con estrategias que se concretan en ofertas al electorado, a segmentos concretos de votantes.
Es una campaña por inundación: cada día una oferta, cada día un estímulo dirigido a jóvenes, a inquilinos, a pensionistas… siempre con dinero público ofrecido a personas concretas. No importa tanto el fin de esas ofertas, su posterior concreción, cuanto ocupar el territorio mediático cada jornada con la oferta del presidente que resta espacio a los demás candidatos y les coloca en la lista de replicantes.
Hay que suponer que los estrategas han medido bien el grado de credibilidad de las propuestas y el juicio de los ciudadanos a la hora de ponderar si eso es lo que esperan de sus gobernantes. ¿Gana votos el PSOE rebajando el precio del interraíl? En la Moncloa piensan que sí y por eso implican al presidente en la ocurrencia. También en la oferta de avales parciales para hacer más atractivo el otorgamiento de hipotecas a jóvenes.
Son ofertas por inundación que poco tienen que ver con las políticas regionales y municipales, que permiten ganar en la feria de las ofertas, en la creación de una narrativa de sentir problemas muy concretos a grupos definidos en el plan de marketing.