Por fortuna, en los últimos años, nuestra ciudad se está reencontrando con una historia en femenino que está produciendo no pocas sorpresas. En este contexto de reivindicación de las grandes aportaciones de las mujeres a nuestra historia se enmarca el reciente libro de la profesora Myrian Gallego. La autora, doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca, es un modelo de infatigable trabajadora, brillante en sus investigaciones -es una de las mayores expertas nacionales en Juan Goytisolo- y un claro ejemplo de amor a su profesión docente. Ahora nos regala uno de sus últimos trabajos, un libro sobre Teresa de Cartagena, editado por Monte Carmelo, que todo burgalés amante de la cultura y cualquier persona interesada en los orígenes de la prosa femenina en España debiera tener en su biblioteca.
Teresa de Cartagena vivió en el siglo XV, en los albores del Humanismo, y formó parte de la frondosa familia de los Santa María, como nieta del afamado converso Selomo-Ha-Leví. Esta privilegiada situación le permitió obtener una esmerada educación que pudo tener carácter universitario. Dos lastres pesaban sobre ella. El primero ser mujer, en unos años en que las féminas poco o nada contaban en muchos ámbitos. El segundo su sordera que le hizo desarrollar un talante claramente introspectivo y reflexivo. La primera dificultad la solventó profesando como monja. Como dijo Teresa de Ávila, años más tarde, el claustro era una de las formas de ‘liberación’ que tenían las mujeres para esquivar los malos matrimonios. La segunda de sus trabas acabó por convertirse en un elemento que le permitió definir su estilo literario, plasmado en sus dos grandes obras -Arboleda de enfermos y Admiración de las obras de Dios- caracterizadas por su lenguaje fresco, de diálogo consigo misma y de un potente misticismo que la sitúa como la antesala de los grandes místicos y místicas del Siglo de Oro. Myrian Gallego nos redescubre la vida y la obra de una de las grandes mujeres de las letras españolas en el Otoño de la Edad Media que tuvo un destacado papel en la consolidación de nuestra prosa en castellano.