Creo que fue Guillermo Cabrera Infante quien escribió un relato sobre un señor cuya caprichosa memoria guardaba nombres de actrices y actores, directores y años de producción de películas, hasta que, para dejar más espacio para detalles cinéfilos, iba olvidando otros datos en teoría esenciales: el nombre de sus profesores de la infancia, el de su perro, el de sus hijos, la calle donde vivía. Una no puede llegar a tanto porque se dedica a lo que se dedica, pero prioriza sin querer, y a la Supercopa le había dedicado la atención justa hasta hace dos días. 

Ahora sé que menos mal que han llegado la Federación Española de Fútbol y la empresa de un futbolista a organizar algo en Arabia Saudí, que si no, las mujeres no podrían ir al baño en los estadios de aquel país. Alabado sea el feminismo en pequeñas dosis, para que no nos atragantemos. Eso sí que son logros y valentía, no como la presidenta de la federación noruega, a la que se le ocurrió afear a la FIFA la elección de Qatar como sede del próximo mundial. Que no era el foro adecuado, le dijeron. A ver, es que, pedir respeto a los derechos humanos en una reunión a la que acuden representantes de todos los países, a quién se le ocurre.

A algunos les viene mal que les afeen su falta de ética, como a los comisionistas con mucho nombre y ningún cargo de conciencia que se forraron vendiendo mascarillas cuando la gente enfermaba y se moría por cientos y se aferran ahora al 'era legal'. Legalidad puede que hubiera, pero escrúpulos ni uno. Como dice Isaac Rosa en Lugar seguro, algunos vienen triunfados de casa y nada, ni nadie, se interpone nunca en su camino. Y lo más curioso del asunto es que causan fascinación entre quienes jamás llegarán a entrar en sus círculos ni serán objeto de sus preocupaciones. Mientras se apañan entre ellos las comisiones por mediar en negocios de los que consideran sus iguales, les importan un carajo derechos humanos, una pandemia o el vecino de al lado.