Hoy, a las 16:33, arranca la primavera. Cortan la cinta, vamos, porque empezar ya ha empezado. Y este hecho, este suceso, esta noticia, es la mejor que va a encontrar en el diario del lunes, la más relevante, la que importa.
Porque a estas alturas de la película (vital) a uno ya le cansan un buen puñado de cosas, le aburren muchas más y le mueven o tocan no tantas. Quizás a usted le suceda algo parecido. Y frente a ruidos, peleas, carreras, agobios o idioteces que nos buscamos o nos rodean (y acosan), uno se sienta en la terraza, se asoma por la ventana y se queda un rato alucinando con el ciruelo del jardín de la calle rebosante de flores, lleno de racimos de pétalos prietos que crecieron en un abrir y cerrar de ojos hasta cubrir las ramas por completo.
Lo mismo sucede si uno sale al campo hoy. Desde la carretera se ven cientos de árboles blancos, ya sean manzanos, ciruelos y otros. En las huertas y jardines, los bulbos de los narcisos han explotado en amarillos que rompen la vista en un paisaje verde escocés.
Y sí, pasa siempre, cada año y creo que cada año lo cuento en este rincón, pero no deja maravillarme que de repente, cuando tenemos puesto el piloto automático del invierno (eterno), la vida lanza un puñetazo, su derechazo de siempre, y estalla, desborda. Y se siente uno pequeño y sus preocupaciones, anhelos o problemas insignificantes. En este mundo de pantallas que bajan con un movimiento de dedos y desaparecen para siempre, de atención cifrada en segundos, de carruseles de tonterías, plantarse ante algo como el inexorable proceso de la vida, en toda su grandeza, su pausa y su esplendor hipnotiza, engancha, hace recordar qué era lo real y cómo sabía.
En esta provincia, además, la llegada de la primavera es el regreso, la bandera de salida de la diversión-pasión-religión de muchos y, cada vez más, muchas: la huerta. A partir de ya, empieza la verbena de cavar, abonar, plantar, regar y por supuesto, recoger, cosechar y compartir. Ya es oficial, es primavera, el principio de todo, una vez más. Que veamos muchos.
Salud y alegría.