Martín García Barbadillo

Plaza Mayor

Martín García Barbadillo


Obras

08/02/2021

Como es sabido, el equipo local de baloncesto ganó el pasado sábado la Copa Intercontinental en Buenos Aires, regalando otra alegría a sus seguidores. A uno, que es muchísimo más fan del rock&roll que del deporte, le llamó la atención especialmente el lugar donde se disputó el partido: el Estadio Obras. Como han dicho de pasada muchas crónicas, este pabellón es el «Templo del Rock argentino». Por el lugar han pasado todos los grandes de la música de aquel país, que no es cosa menor. El rock argentino ha llegado a España poco y de refilón pero, probablemente, fue el primero y el que mejor ha asimilado en castellano la esencia de este estilo anglosajón. Y ha sido determinante e influyente hasta el infinito en el resto de América Latina, tal vez porque el rock&roll es actitud, y en Argentina otra cosa no, pero actitud, entendida como se quiera, hay para exportar. 

Uno tuvo noticias por primera vez del Estadio Obras leyendo las carátulas de los CDs, cuando se compraban, de grupos como los bestiales Fabulosos Cadillacs que grabaron allí un doble directo. Y uno se imaginaba el lugar, el calor y el subidón oyendo los gritos del público. Se trata de un sitio de buen tamaño pero no gigante, en el límite de la intimidad agrandada del rock sin caer en la desmesura. Allí han sonado los nombres mayúsculos argentinos desde Charly García a Soda Stereo, escúchelos si puede, y estrellas internacionales como Los Ramones, que pisaron su escenario en 21 ocasiones (en Melgar tocaron dos veces).

Aquí es difícil imaginar un lugar que aúne música y deporte, emociones en definitiva, de una manera tan particular; es más sencillo buscar momentos puntuales. Yo recuerdo uno, a principios de los 90 en el que se vivió una atmósfera parecida en esta ciudad. En el polideportivo de San Amaro tocó Siniestro Total, cuando estaban en la cresta de la ola tras lanzar su LP En beneficio de todos. El lugar, con ese aire a medio camino entre frontón y pabellón soviético, era perfecto para un bolo así y estaba hasta arriba de chavalería jovencísima; conceptos como prohibido fumar, límite aforo o edad mínima de acceso no existían ni en la mente de los escritores de ciencia ficción. Para muchos fue su primer concierto y vaya si bailaron, sudaron y disfrutaron de semejante aquelarre.

El rock&roll y el deporte se tocaron también durante años en El Plantío: en los bajos del Fondo Norte estuvo la sala Estudio 27, «Templo del Rock burgalés» por el que pasaron infinidad de conjuntos nacionales y extranjeros. La reforma del estadio, con ese aire aséptico de clínica dental enorme, como todo ahora, lo borró del mapa... Aquí no hay templos que valgan. 

Con todo, y aunque sea en un descampado, qué ganas de que acabe la pandemia y volver a sentir todo lo que ocurre después de que un músico golpea unas baquetas y grita: «Un, dos, tres...». Salud y alegría.