Fernando Aller

DESDE EL ALA OESTE

Fernando Aller

Periodista


Pervertir el aplauso

01/05/2020

En la última semana he percibido un cambio en la hora de los aplausos de agradecimiento a los sanitarios que personalmente me entristece. Fue el domingo el primer día, cuando en algunos balcones, a las ocho en punto, algunas personas trocaron las palmas por el aporreamiento de cazuelas. La mayoría mirábamos con asombro porque desconocíamos que el partido ultra hubiera dado instrucciones para abortar el homenaje popular que cada día miles de españoles rendimos a los sanitarios, los profesionales más importantes y necesarios en la lucha contra la pandemia, sin que eso signifique ignorar otros colectivos y su generosa aportación. Por prudencia no pregunté a los de las cazuelas en ristre su opinión si ellos o alguno de sus familiares tuvieran que ingresar en un hospital, con qué cara mirarían al médico y a las enfermeras, quienes sin duda no les negarían la atención que ellos tan perversamente pretenden menospreciar.

Cualquier ciudadano es libre de expresar su rechazo a la gestión del Gobierno, discrepar en parte o por la totalidad de las decisiones adoptadas en los últimos dos meses, incluso pueden llamar “asesino y matasanos” a Pedro Sánchez o acusarle de haber promovido deliberadamente la eutanasia colectiva en las residencias de ancianos, sin tener que comparecer por ello ante los tribunales de justicia por injurias y fomento del odio. Pero mira que tiene horas el día y los confinados tiempo libre como para poder expresar el rechazo a este Gobierno filosocialcomunistaindependentista y masón que con tanto ahínco como éxito trabaja para destruir España, aumentar el número de muertes y dejar a los nietos yermos de abuelos. Pues no, tiene que ser expresada la repulsa a las ocho de la tarde, no sea que el personal sanitario, las cajeras de los supermercados, los diversos cuerpos de policías, la Unidad Militar de Emergencia y tantos profesionales anónimos se nos vengan excesivamente arriba con el agasajo. Aunque seguramente sea otro su problema: que a pesar del dolor, de la muerte, de la rabia por la inseguridad que acecha, el país sigue en pie. Que frustración para esa minoría aspirante a salvapatrias…