Rafael Monje

DE SIETE EN SIETE

Rafael Monje

Periodista


Dosis de anestesia

03/02/2021

Lo confieso, nunca había buscado las acepciones del vocablo ‘anestesia’. Pero en estos tiempos en los que cualquier uso incorrecto del idioma se convierte en correcto solo con que pasen unos meses y la RAE lo acepte, bajo el viejo adagio de que ‘el lenguaje está vivo’, pues me he lanzado por curiosidad al diccionario. ‘Anestesia’, del latín científico ‘anaesthesia’ y este, del griego que, traducido, habla de ‘insensibilidad’. Curiosamente, la segunda acepción habla de ‘acción y efecto de anestesiar’ pero es la primera la que resulta más evocadora: ‘Pérdida temporal de las sensaciones de tacto y dolor producida por un medicamento’. Según esto, el medicamento podría ser entonces la comunicación, en sí misma. Esa sustancia imprescindible para que una sociedad evolucione y, al mismo tiempo, haga que pierda las sensaciones.

No se trata de tirar piedras contra el tejado de nadie, pero lo anterior me lleva a reflexionar sobre la sociedad anestesiada en la que vivimos, quizá, porque si no hubiera cierta anestesia, sería imposible sobrevivir.

Hace años que somos capaces de comernos sin rubor el mejor manjar delante del televisor, aunque salga un niño con kwashiorkor y la tripa abombada por muchos carbohidratos y muy pocas proteínas. Según ese mismo principio, durante la pandemia de coronavirus nos han enseñado a practicar el buenismo, a hacer cosas rocambolescas en los balcones y a aceptar sin parpadear cifras demenciales de muertos a diario.

Cuando me paro a pensar en la tragedia que estamos viviendo, en que hay más de 80.000 personas que, por la pandemia, se han ido para siempre, noto una fría paralización por todo el cuerpo. Pienso en las decenas de miles de familias rotas por el dolor ante un ser querido que jamás volverán a ver, en ese duelo postergado y en los profesionales sanitarios que no saben ya cómo asimilar que una parte de la población sea tan irresponsable.

También pienso en la tragedia de cientos de miles de familias que no saben si podrán poner el plato de comida a la mesa la próxima semana y en los miles de empresarios y autónomos que calculan cuánto tiempo podrán finalmente aguantar.

Por eso, ante el sufrimiento y la incertidumbre, creo que nos tratan de inyectar esas dosis de anestesia para adormecernos y mitigar el dolor que produce la cruda realidad. Otra cosa no puede ser.