Ignacio Fernández de Mata

Los Heterodoxos

Ignacio Fernández de Mata


Los aliados

02/03/2022

El sincero subidón fraterno que experimentamos con el pueblo de Ucrania no debería ocultar las viejas lecciones que la guerra nos repite una vez más. La primera de ellas es que, por más injustificadas y absurdas que las veamos, las guerras se reproducen una y otra vez con cadencia pandémica. Siempre hay alguien dispuesto a invadir, luchar y exterminar. Y en la a menudo poco brillante especie humana -gregaria, caprichosa, insegura y veleta- sempiternamente hay voluntarios al fanatismo y a la sinrazón que siguen a los mesías autoproclamados.

Hay muchas causas que parecen conducir a la guerra: crisis de sistema, económicas, ideológicas, humillaciones históricas, cataclismos… Muchas de esas coyunturas, ante la sobreexposición general a los terrores y miedos culturales, producen hombres-destino, cirujanos de hierro que cuasi paternalmente, se ofrecen a mitigar la sensación de inseguridad, caos o ingobernabilidad que asola a la población. Caudillos. Segunda lección: cuando la sociedad se anula en favor de tales jerarcas, duces, führers, jefes, guías, timoneles, etc., el horror no tarda en surgir. Las demandas iniciales de seguridad acaban siempre en regímenes autoritarios, temerosos de las libertades individuales, constantemente represores, belicosos, exterminadores.

Putin no es un actor novedoso en la historia. Y sorprende ver ahora a quienes se sorprenden. También a quienes se distancian a última hora de su admirado amigo y modelo, esos que creen en el valor supremo de la fuerza, el carácter, la historia -manipulada convenientemente, claro- y la religión. Putin ha sido, es, el referente para muchos de los seguidores de Trump -ambos líderes se han mostrado mutuamente admiración, amén de compartir servicios cibernéticos que alteraron las penúltimas elecciones americanas-. También es buen amigo y financiador de la ultraderecha europea, la de Orban, Le Pen, Salvini, Chrupalla, Morawiecki, Svazek, Grieken, Rakachanov, Helme, Tomasevski, Roos y Pavelescu, esa que se reúne en Madrid para apoyar al quirúrgico Abascal, esa que, a través de sus lobbies y fundaciones, como la hispanísima y pro-Vox CitizenGo, comparte principios esencialistas con el hipernacionalista Aleksandr Duguin y otros fundamentalismos.

De Ucrania nos vence y solidariza el sufrimiento de la población y su defensa de la libertad (la auténtica, no la de tomar cañas con tapas). Pero los de la grandeza, los de los sueños imperiales, que no se embosquen ahora que vemos que detrás de todos sus ismos está la destrucción, el desprecio de lo minúsculo y anónimo, de la gente.
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