Vladimir V. Laredo

Petisoperías

Vladimir V. Laredo


Contrastes

24/03/2021

No sé si usted que me lee lo sabe, pero vivimos en una ciudad en la que un día se planea colocar rotondas monstruosas en un bulevar trazado en su día por un grande y premiado estudio de arquitectura para fomentar la movilidad sostenible y otro se anuncia la intención de contratar a otro grande y premiado estudio de arquitectura para rediseñar la que es la gran seña de identidad actual de nuestra ciudad: la ribera del río Arlanzón. No sé si usted, que da vueltas a su café mientras hojea este periódico, lo sabe, pero vivimos en una ciudad en la que un día se zancadillea con saña un proyecto de remodelación de un muy degradado espacio cercano a la Catedral proyectado con cariño, gusto y sentido de la practicidad por gente de aquí y al siguiente se encarga a un gran artista ajeno que coloque tres portadas de bronce en la fachada principal de la misma Catedral sin siquiera pestañear.
No creo que me equivoque cuando le diga a usted, que busca entre estas páginas la solución a sus desvelos en el horóscopo, que vive en una ciudad de grandes contrastes. En esta ciudad hace calor la última semana de otoño y nieva la primera de la primavera. Si mientras recorre sus calles saluda a alguien, quizá se haga el tonto, pero si otro día se lo hace usted vendrá a preguntarle por su familia mientras le palmea amistosamente la espalda.
En esta bendita ciudad pasa todo en un día y luego se suceden días en los que no pasa nada. Aquí se proyectan rascacielos que luego no se financian, se suspenden otros que sí estaban previstos y se circula por carreteras con socavones enormes, como en la Plaza del Rey, que serían capaces de engullir a un autobús sin despeinarse, pero que no se rellenan porque o no se quiere, o no es su competencia o a lo mejor porque a nadie le importa, salvo al conductor que por allí pasa, sacudido, de bache en bache.
En esta ciudad, en fin, pasan muchas cosas que iluminan y otras que proyectan sombras. A veces dan ganas de ir riendo por la calle y otras apetece más irse a llorar de esquina a esquina. Pero creo que, si lo pienso, es una ciudad que tampoco es lo peor, aunque tampoco sea la repanocha. Pero vamos, que las demás tampoco, así que ni tan mal.