Va a ser muy difícil aguantar las presiones de los guapos que gobiernan el fútbol más allá de la vigilancia federativa, o sea, los clubes poderosos y las televisiones. Escuchan a Lopetegui indignarse por tener que jugar ante un Segunda B en determinadas condiciones ambientales, a Koeman diciendo que el césped artificial, homologadísimo por la FIFA desde hace tiempo, «no es fútbol»; ven caer al Real y al Atlético ante sendos equipos de Segunda B y de repente Madrid-Madrid-Madrid se queda sin sus dos grandes estandartes. (Nota: escribo «Madrid-Madrid-Madrid» porque uno solo, a tenor de la volumen informativo capitalino que nos arrasa casi a diario, se le queda corto). Y las televisiones, quienes pagan para sustentar parte del torneo, se quedan sin los equipos «más atractivos» en las rondas de la verdad… y tuercen el gesto: «Esto no es fácil de 'vender', ¿sabes?», y negociación a la baja que te crío. Presiones por aquí, presiones por allá, y la Federación en medio del fuego cruzado. Lo fácil es ceder y contentar a esos guapos porque la indignación de los modestos no sale en las portadas. Lo difícil, Rubiales, es aguantar.

España clamaba por el partido único en la Copa, algo que añadía picante y tensión a un torneo en claro declive (y que, de paso, aliviaba un calendario asfixiante). El alabado modelo inglés, las noches de gloria del modesto, que sigue haciendo caja y, además, ve más cercana la posibilidad del triunfo en el césped y no sólo en la taquilla… Todo es maravilloso en un torneo que nos permite descubrir a porteros como José Juan (Alcoyano, 41 'tacos' y parándole diez pelotas de gol al Madrid) o Ramón Juan (Cornellá, 21 añitos y sacándole penaltis a Pjanic y Dembelé), y sufrir con equipos a los que jamás habríamos sospechado que íbamos a animar. Si los guapos nos quitan esto, Luis, el fútbol (el deporte del pueblo y la calle) será menos fútbol.