Roberto Peral

Habas Contadas

Roberto Peral


Urnas infectadas

13/07/2020

Sabemos de sobra, cada vez que somos convocados a unas elecciones, que nuestro voto, considerado individualmente, no va a tener la facultad de decidir maldita sea la cosa, y que el gobierno que parirán los comicios será el mismo ejerzamos o no nuestro particular derecho de sufragio. La infinitesimal opinión que dejamos caer en la urna constituirá un grano de arena en un desierto inabarcable, y su efecto resultará intrascendente, con lo que, si el asunto se considera desde un punto de vista práctico, igual nos daría acudir al colegio electoral del bracete de nuestra pareja que quedarnos en casita a leer a Chejov con el pijama puesto.

Y, sin embargo, la mayoría de nosotros somos conscientes de que la papeleta en cuestión no solo expresa nuestro parecer en una deliberación colectiva sobre el porvenir inmediato de los asuntos públicos, sino que constituye un acto personal que manifiesta nuestra voluntad de participar en un sistema democrático que garantiza los derechos políticos en pie de igualdad, del que nadie puede quedar excluido y que se basa en el principio sagrado de «un ciudadano, un voto».

Vienen estas filosofías al hilo de la fea herida que se infligió ayer a nuestra ya de sí depauperada democracia en Galicia y en el País Vasco, donde se prohibió votar a los electores contagiados por covid-19. Resulta estupefaciente que, con el tiempo del que se ha dispuesto, no se hayan articulado en ambos territorios medidas alternativas para garantizar el derecho de sufragio sin exponerse a una eventual propagación del virus, como el voto por persona interpuesta o cualquiera de las posibilidades que brindan las no precisamente nuevas tecnologías. 

En lugar de ello, se ha optado por despojar a cientos de personas de sus atributos de ciudadanía y se ha llegado a la ofensa de acusarlos preventivamente de un delito contra la salud pública si se les ocurría acercarse por los colegios. Si el derecho fundamental de sufragio sufre más limitaciones que las que establece la ley o dictan las sentencias judiciales, a lo peor es que estas elecciones no deberían haberse celebrado. Aunque solo sea para no ensuciar más la democracia, ni confundir el culo con las estaciones del año.