No todos los días se anuncia la implantación de una industria que promete generar 2.000 empleos directos y otros 5.000 indirectos en una ciudad, y que pone sobre la mesa una inversión de 100 millones en una década. A Valladolid le ha tocado el Gordo anticipadamente y además con una apuesta de futuro vinculada a la movilidad eléctrica, oro en paño en estos tiempos de descarbonización. La multinacional india Switch Mobility ha elegido a la ciudad castellana para fabricar 50.000 autobuses y furgonetas cada año y, además, lo hará pronto, antes de que finalice 2022.  

Valladolid se refuerza extraordinariamente como centro de fabricación automovilística de primer nivel, como lo hará como centro logístico y como enclave de toda la industria auxiliar que conlleva un proyecto de esta envergadura. Más industria -recordemos- es más vivienda, más comercio, más ciudad, más infraestructuras, más prosperidad. Hay que felicitar por ello a los promotores de este ambicioso proyecto, a los que lo están negociando y desear que los números se hagan realidad en el plazo previsto.

Burgos contempla esta implantación desde la barrera, con envidia sana, porque una industria que alimentase a 7.000 familias supondría un refuerzo clave para sus veteranos polígonos y una oportunidad de empleo que permitiría tener más cerca ese objetivo de 200.000 habitantes que nos consolidaría como capital media. Un dato: Switch Mobility plantea la mitad del empleo que da cada jornada el polígono de Gamonal. Ni Campofrío Frescos, ni Bridgestone llegan a tales números en sus plantillas. La apuesta es extraordinaria.

Aquí no caben rivalidades insanas. El proyecto prueba que la automoción -que acaba de recibir 3.000 millones de euros de Europa- se está moviendo. Burgos no se puede permitir quedar a un lado de esta oportunidad.