Jesús de la Gándara

La columnita

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Resiliencia y dignidad

20/03/2023

Se está haciendo larga y pesada esta crisis. Crisis, por definición, es una situación aguda y breve, pero esta se está convirtiendo en una enfermedad psicosocial prolongada, que empezó siendo un mal trago y ya es un empacho de calamidades. El susto y el temor inicial han mutado en congoja y agotamiento. Pero lo peor será si la reiteración consigue que nos acostumbremos. Entonces acabaremos apaleados y abatidos, con depresión y desesperanza. Se extinguirá cualquier atisbo de queja, lucha, confrontación o indignación. Perderemos la dignidad de sentirnos seres con derechos y deberes, conciencia y destino, respeto y autonomía, con capacidad de luchar y vencer, o luchar y morir, pero luchando. Esto describe el conocido mecanismo psicológico de indefensión aprendida, que hará que la crisis sostenida acabe generando una enfermedad social e individual incurable. 

Pero esto no es nuevo, ya Marco Aurelio, el emperador romano, en sus Meditaciones hablaba del gravamen para referirse a esas situaciones incómodas, peligrosas y prolongadas que nos fatigan primero y nos extenúan después. Proponía contra esas situaciones la resistencia serena, reflexiva e inteligente. La serenidad estoica de Marco Aurelio nos ayuda a preservar la capacidad de lucha y supervivencia, siempre que sepamos mantener la dignidad de ser humanos, es decir, de tensar la cuerda de nuestro destino y mantenerla firme, para que nos guie hacia el final de nuestras vidas sin perder la virtud de humanidad. Esa dignidad es protectora de la salud mental individual y colectiva, eso que ahora tanto apreciamos como desprotegemos. 

En el siglo XX se ideó el concepto de resiliencia para referirse a ese proceso de confrontación y resistencia a la adversidad que algunas personas esgrimen incluso en las peores circunstancias, como Viktor Frankl, psiquiatra austriaco que sobrevivió a tres años en Auschwitz y Dachau, y lo contó en El hombre en busca de sentido. Su lección nos enseña que es posible mantener la dignidad, la capacidad de afrontamiento y resistencia incluso en las peores circunstancias. Ahora a las víctimas de una pesada crisis, que ya es un estado de fatalismo agotador, nos vendría muy bien releerlos, pero para los que gobiernan el mundo deberían ser lecturas obligadas, y aun más para los que lo des-gobiernan, aunque me temo que a estos no les interesan mucho los libros.