A estas alturas del año no nos quedan ya ni las raspas del espíritu navideño. Hemos recuperado el alma primigenia de Ebenezer Scrooge y tras las zarandajas y los buenos deseos ya estamos metidos de hoz y coz en nuestras miserias cotidianas. Para el cándido que todavía sigue resistiéndose a desmontar el árbol y a guardar en cajas las figuras del belén, le sugiero que se pase por el timeline del Twitter de Francisco Igea (@FranciscoIgea). No hay nada como el olor a cuentas pendientes desde por la mañana para recordar que es misión del ser humano estar enfurruñado con el prójimo, sobre todo si este ha sido socio de Gobierno. Los que a pesar de todo se resistan a desprenderse de su inocencia, pueden encontrar motivos para encorajinarse en el histórico del Twitter del candidato de Vox a la presidencia de la Junta. El joven abogado burgalés Juan García-Gallardo ha intentado borrar la huella de sus ofensivos comentarios juveniles, pero se ha demostrado contraproducente pretender que desaparezca el rastro de unos tuits casposos cuando todo el mundo ya conoce de su existencia. 

Si no le he dado suficientes motivos para amoscarse, le sugiero que esté atento a las sesiones de fotos de los candidatos junto a vacas, cerdos, conejos, gallinas y todo animal, con plumas o sin ellas, que se pueda llevar a la cazuela. Ya ha comenzado ese pintoresco desfile por la cabaña patria. El problema es que muchos de los que se van convertir en granjeros por un día no serán creíbles, por su indumentaria -como recordaba con su habitual pericia Martín García Barbadillo en este mismo rincón- como por sus gestos. Seamos sinceros, cuesta pasar de la colonia de Loewe al olor a mierda de cualquier cochinera que se precie sin torcer el rictus.