Rocío Martínez

Pegada a la tierra

Rocío Martínez


Escenarios de la pandemia

24/11/2020

Escribir esta columna me hace sentirme cerca de ustedes, mis añorados paisanos. Tras más de un mes sin poder pisar nuestro querido Burgos estas líneas son para mí casi una terapia, así que les agradezco que las estén leyendo y sean parte del hilo que me conecta con ese Burgos que nos duele a todos y cuyas últimas noticias sigo con enorme preocupación desde una lejanía obligada.

Quién nos iba a decir que las pistas deportivas de El Plantío se iban a convertir en escenario de un cribado masivo, de unos tests que intentan detectar y controlar una pandemia que campa peligrosamente a sus anchas por nuestra tierra. Vayan todos, por ustedes, por los suyos, por todos. Este traicionero virus arrasa con todo y obliga a ponerlo todo a disposición de su lucha, o a cerrarlo, como los centros deportivos, huérfanos de deportistas. Lugares habitualmente felices, bulliciosos, sufren el virus en soledad, o con gradas silenciosas en el mejor de los casos, como el deporte profesional, que sobrevive, no exento de positivos, a pesar de las burbujas.

En esa ciudad casi hermana, por aquello del Cid, que es Valencia también hay silencio en su estadio. Mestalla es testigo del silencio de las colas del hambre, otra durísima consecuencia de esta pandemia que se empeña en seguir con nosotros.

Por eso me hierve la sangre ver imágenes como la del famoso asado de la selección uruguaya. Esa barbacoa se ha saldado con ¡16 positivos! Más allá del fastidio para los clubes, los que pagan por cierto, queda el mal ejemplo para una sociedad en la que el resto tenemos prohibido casi todo. Casi. Porque sí podemos sonreír viendo al Burgos segundo, o mirando la clasificación de la ACB y encontrar ¡cuarto! al Hereda San Pablo Burgos. Lo que hubiera disfrutado la marea azul en Santiago del show de Renfroe, ¿verdad? Pero la marea ahora la formamos cada uno en nuestra casa, lejos, pero cerca, como yo, a pesar de todo, me siento de Burgos. Gracias por el diván.