José María Chomón

Bailando bajo el diluvio

José María Chomón


Prensa y poder

28/01/2021

En 1886 llegó a Burgos un potentado empresario adjudicatario de la recaudación de un impuesto estatal. No tardó en ganarse los apoyos de los más poderosos. Su ejército inspeccionaba comercios e industrias, domicilios, transeúntes… Nada escapaba a su control. Un medio de comunicación ejerció su función de contrapoder (que no de poder), y se puso del lado de la ciudadanía. A Jacinto Ontañón y su semanario El Papa Moscas le costó dos denuncias, una inspección fiscal y una campaña de boicot. Tres años después el ínclito dejó de recaudar el mal traído impuesto. ¿Se imaginan cómo hubiera acabado esta historia -que publicaré en un libro- si El Papa Moscas hubiera caído en manos de nuestro potentado empresario? 

Uno de los principales problemas a los que se enfrenta el periodismo es el de la concentración de medios en manos de unas pocas empresas que poco o nada tienen que ver con el sector. Seis grandes conglomerados controlan el 70 por ciento del negocio mediático a nivel global. En nuestro país, comunidades autónomas o ciudades ocurre algo parecido y, además, se produce una reiterada intervención política. Ejemplos: el Gobierno de Rajoy consiguió el cese de P.J. Ramírez como director de El Mundo; Sánchez enreda en Prisa, donde se pelean el Banco de Santander, Telefónica, Amber Capital…, todas, como observarán, empresas de histórica vocación periodística. Son muchos los medios controlados por grandes y pequeños conglomerados empresariales, en muchos casos con bastardos intereses; y… por la injerencia de los políticos, que conocen bien esa máxima que dice que para influir en un medio no hace falta comprarlo, basta con ser su mejor cliente. 

El pasado domingo se celebró San Francisco de Sales, patrono de los periodistas. Buen momento para resaltar la importancia de una profesión que tiene entre sus valores más destacados los de la independencia y la libertad. Dice Chomsky, en El control de los medios de comunicación, que lo que realmente nos jugamos es vivir en una sociedad libre o como una especie de rebaño dirigido y amedrentado.