Armada de valor, paraguas y termo de café cortesía de mi madre ¡ay, las madres! fui el sábado a ver jugar a un pequeño futbolista de la familia. ¡Qué aguacero, qué frío! Más parecía enero que abril, pero ahí estábamos la hinchada familiar bien pertrechados contra el frío, disfrutando de nuestro muchacho, pero quejándonos de este invierno en primavera y deseando que el árbitro, indudablemente burgalés, en manga corta, no alargara ni medio segundo. Y mientras, los chavales, ateridos, mojados hasta los huesos, tiritando, frotándose las manos intentando mitigar, sin éxito, el frío, pantorrillas y mofletes enrojecidos, chorreando de lluvia que azotaba inmisericorde, ni media queja. Pequeños tan sufridores, tan de Burgos que sin saberlo, se estaban curtiendo para la vida. Con 10 años. Escuela de vida. Fútbol para valientes.

Luego, manantial de recuerdos al volver a ver «sobre el césped leal de El Plantío» a Edu, el del gol en el Bernabéu, el inolvidable triunfo de aquel Real Burgos 'matagigantes'. Junto a otras leyendas del fútbol burgalés y la Fundación Juanito recordaron al mítico '7' y ayudaron a Parkinson Burgos. Tarde emotiva echando la vista atrás empapados de romanticismo. Romanticismo que en esta era de comisiones millonarias quizás legales, pero obscenas, parece cada vez más en desuso. 

Pero nos quedan los niños que juegan bajo la lluvia y los valientes aficionados que se meten entre pecho y espalda 1.200 kilómetros hasta Andorra confiando en una victoria que nos saque de este sinvivir en el filo de la navaja. Pero no. Derrota cruel. Una daga en nuestro corazón azul. Quedan cuatro finales, para valientes. 

De valientes es también meterse en el play off del rugby ganando al Barça y asegurar la permanencia en Segunda a falta de cinco jornadas. Y mientras nuestro corazón de rugby y fútbol salta de alborozo, al del basket le toca seguir sufriendo, perseverando en la confianza, aferrados al romanticismo. Burgos tiene que seguir siendo ACB.