Vladimir V. Laredo

Petisoperías

Vladimir V. Laredo


La Yenka

04/11/2020

Yo no sé si a ustedes les pasa, pero desde hace ya unos días vivo con perplejidad los movimientos que se dan en esta nuestra particular batalla contra la pandemia. Está claro que la cosa va de menos a más, pero sobre todo va a más dependiendo de dónde residas. Se pasa de toques de queda a confinamientos perimetrales de ciudades a cierres perimetrales de comunidades autónomas semanales, quincenales o por lo que dure una sucesión de festivos (porque lo del lunes no fue un puente, lo diga quien lo diga), dependiendo de si eres rancio castellano, manchego soñador o castizo madrileño, y todo ello teniendo en cuenta que se reúnen los que mandan en los tres sitios para aunar posturas y oigan, ni por esas.

Los más viejos del lugar, o los más verbeneros, seguro que recuerdan a Johnny y Charley, dos estibadores holandeses, cantando La Yenka. Que a lo mejor prefieren a estas alturas de la película acordarse más de Los Bravos y su motocicleta, para cogerla y tirar millas, pero es algo que ahora no viene al caso. El caso es que estos dos pusieron de moda aquel baile tan elaborado que, tras dar dos botecitos a un lado, dos hacia el otro, uno hacia adelante y otro hacia atrás, te dejaba en el mismo sitio que estabas. Que es lo que pasa con esto de la pandemia de marras. Confinas, confinas, desconfinas, desconfinas, te vas de vacaciones, o de puente, o a donde se le salga a uno de las narices, vuelves y, en nada, estás de nuevo en el mismo sitio de antes. Esto es, a media verbena (y miren que yo no soy muy fan de las verbenas) de un nuevo confinamiento, igual al anterior, pero distinto. Con nuevas y novedosas normas innovadoras que, al final, acabarán en lo mismo. Trabaje, estudie, estese usted en su casa. Y si puede, mejor solo, no vaya a ser que.

Miren, yo no voy a ser tan inconsciente de decir que si lo que hay que hacer estuviera en mis manos yo lo hubiera hecho mejor, pero sí les digo una cosa: si a mi nivel, o al de ustedes, no hacemos las cosas con un poco más de cautela, si seguimos pensando en si para el puente (este sí) de diciembre podremos irnos al pueblo, o en si conseguiremos salvar las navidades como si el coronavirus fuera El Grinch, nos vamos a llevar todos un buen sopapo de realidad bien pronto.