Aurelio Medel

Hecho a mano

Aurelio Medel


Docilidad

05/11/2022

La serie sobre las infraestructuras prometidas y nunca terminadas que está realizando este periódico pone de manifiesto el cambio de mentalidad de los burgaleses. Después de décadas de resignación ante la desidia administrativa central y autonómica, parece que está cuajando la idea de que hay que olvidar la paciencia burgalesa y pasar a la acción.

Todo comenzó con el maldito Decreto 48/1983, aprobado con veranidad y alevosía un viernes 12 de agosto de puente, con la gente pendiente de las fiestas de la Asunción y San Roque. Aquel decreto de dos artículos, firmado por Demetrio Madrid (PSOE), supuso el traslado de la sede de la Junta de Castilla y León desde el Palacio de la Isla a Valladolid. El nombre de la norma ya era una burla: Decreto por el que se acepta la oferta del Ayuntamiento de Valladolid para la instalación provisional de la sede de la Junta de Castilla y León.

Cuatro años después, un 29 de diciembre, de nuevo buscando al pueblo a contrapié, José María Aznar (PP) firmaba la Ley de Sedes que en su Artículo Único señala: Las Instituciones básicas de la Comunidad Autónoma de Castilla y León, Cortes de Castilla y León, Presidencia de la Junta de Castilla y León y Junta de Castilla y León, en que se expresa su autogobierno, tendrán su sede en la ciudad de Valladolid. El argumento para dejar definitivamente en Valladolid la sede venía en la exposición de motivos optar por aquel lugar que, en virtud de diversos argumentos de situación comunicaciones e infraestructura, resultara más accesible y adecuado para el conjunto de la Comunidad.

Burgos fue desposeída de la sede por entregas y con el aval de los dos grandes partidos, que no encontraron una gran oposición en los burgaleses. Desde entonces, Valladolid ha entrado en un círculo virtuoso cimentado en la administración autonómica. Mientras, Burgos evoluciona a pulmón de la iniciativa privada.

Desde 1983, todas las provincias de Castilla y León han perdido población (Burgos, casi 10.000) con la excepción de Valladolid, que ha crecido en más de 30.000 habitantes, hasta los actuales 518.000.

El cambio de sede supuso en la práctica un cambio geográfico, de tal manera que ahora el punto más corto entre el centro y el norte de España elude el eje Aranda, Lerma y Burgos. La nueva centralidad es Valladolid. Hay que salir a la calle y abandonar la docilidad.