Gadea G. Ubierna

Plaza Mayor

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Medicina virtual

23/07/2020

«La consulta telefónica ha llegado para quedarse» dijo hace un par de meses la consejera de Sanidad, Verónica Casado. No era la primera vez que el tema se ponía sobre la mesa, ya se hizo el pasado otoño y provocó una revuelta política, social y profesional. Ahora, en cambio, son pocos quienes se atreven a criticar en público una práctica a priori contradictoria con el ejercicio de la medicina. El silencio es más o menos generalizado pero sorprende, sobre todo, en el colectivo más afectado y que,  a mi modo de ver, no es tanto el de los pacientes como el de algunos  médicos. Y la razón es muy sencilla: al acatar órdenes y aceptar que es posible desarrollar su trabajo a distancia, están diciéndole a la sociedad que pueden llegar a ser prescindibles. 
La pandemia ha sido un traje a medida para avanzar en la medicina virtual, en la que las máquinas sustituyen a las personas. Ha pasado en un sinfín de profesiones y ahora se está demostrando que también puede funcionar en la medicina. Habrá quien se lleve las manos a la cabeza al leer esto, pero la realidad es que hace tiempo que es posible diagnosticar a través de un ordenador mediante la inteligencia artificial y que hay empresas en España que ya se dedican a eso. Así, si en un programa con datos clínicos de millones de personas se introducen unas determinas variables, no solo se puede obtener un diagnóstico, sino el tratamiento más atinado. En principio, se planteaba como un complemento para el día a día de médicos de carne y hueso, pero nadie dice que no pueda tener otros usos. Y tampoco que no pueda llegarse a la conclusión de que en lugar de 15 médicos en un centro de salud o un servicio clínico determinado, baste con la mitad. Si con el teléfono se ha reducido la listas de espera, dice Sacyl, que no podrá lograrse con el ordenador y una base de datos gigante. Ahí lo dejo.