Fernando González Urbaneja

Cartas desde 44 leguas

Fernando González Urbaneja


De la Pepa a la Juana

07/12/2021

Llamaron la Pepa a la Constitución que los españoles se dieron el año 1812 en Cádiz, en mitad de la guerra contra los invasores franceses de Napoleón, pero duró pocos años, incluso tras se reinstauración de 1820. Corta vigencia, pero dejó una huella decisiva en el constitucionalismo contemporáneo. Aquella Constitución instauró la soberanía del pueblo, la idea de nación, y libertades ciudadanas. Una Constitución liberal con defectos, con la perspectiva actual, pero con avances decisivos, tantos que sus enemigos lograron derogarla.

Los españoles conocieron luego media docena de Constituciones, monárquicas o republicanas, autoritarias y retrógradas o democráticas y progresistas. Todas imperfectas, aceptadas solo por la mitad de los españoles. La Constitución de 1978, que ayer cumplió 43 años, fue fruto del consenso de una inmensa mayoría de españoles, pocas leyes fundamentales lograron tanto. Votó el 68% del censo electoral con un 88% a favor tras una campaña limpia. Solo en las provincias vascas la participación no alcanzó el 50% por el mensaje abstencionistas del PNV que optó por marcar distancia a pesar del reconocimiento constitucional de los fueros vascos. Una posición táctica para sustentar reivindicaciones posteriores. 

La Constitución del 78 ya ha pasado a la historia como la más exitosa por sus resultados, ya que ha presidido las décadas más brillantes de la historia de España, aunque ahora pase por una prueba de resistencia. Hoy está sometida a debate, sobre todo de parte de las nuevas generaciones que reclaman ser tenidos en cuenta. Las buenas constituciones democráticas duran, proporcionan estabilidad y seguridad, pero no hay que renunciar a reformas que mejoren, que sumen e incluyan, que actualicen el texto original con respuestas del siglo XXI. Ahora no es posible plantear una reforma con un mapa político polarizado, confrontado, ofuscado, pero surgirán oportunidades en tiempos no lejanos para perfeccionar la mejor Constitución que los españoles han tenido. Una reforma que requiere un consenso semejante al original, para ratificar lo anterior mejorándolo.