Es sobradamente conocido que uno de los grandes atractivos industriales de Burgos ha sido y es la excelente calidad y abundancia de su agua, tanto para el consumo humano y la elaboración de alimentos como para el buen funcionamiento de la maquinaria. De hecho, este fue uno de los motivos por el que cerveceras como San Miguel (entonces Hispano-Holandesa de Cervezas) se instalasen a orillas del Arlanzón hace más de 50 años y por el que muchas otras industrias de alto consumo -como las textiles- eligieron este emplazamiento en lo alto de la Meseta. 

Ahora resulta que también el frío burgalés es el mejor aliado para la industria del Big Data, la que necesita grandes instalaciones informáticas para mover el universo de la economía digital, complejos caracterizados por su gran consumo de energía y la necesidad de mucha refrigeración de los procesadores. De hecho, es una virtud, la del frío que pela, que se ha esgrimido estos días en varios medios de comunicación para la elección de la capital como sede de un gran centro de datos que se instalará en la Fábrica de la Moneda y Timbre con sus consiguientes empleos. 

Sea o no determinante el argumento de las bajas temperaturas para invertir, el caso es que Burgos tiene que sacar petróleo de donde sea y si ser una de las ciudades más frías y mejor ubicadas de España contribuye a la sostenibilidad de las empresas y a reducir sus consumos, pues empecemos a vender nuestro singular invierno en tiempos de cambio climático. No me cabe ninguna duda de que estamos dispuestos a acoger muchas Nubes, muchos complejos logísticos de procesamiento y almacenamiento de datos, que son algo así como los campos petrolíferos de la economía digital. Lo dicho, empecemos.