Vladimir V. Laredo

Petisoperías

Vladimir V. Laredo


La llamada

16/06/2021

Están ustedes tranquilamente en su casa, o dando un paseo, o tomando algo con sus amigos, quizá estudiando, o leyendo un libro o no haciendo nada. Puede incluso que hayan logrado dejar el móvil a un lado mientras ordenan sus pensamientos. Y entonces suena al aparatito. O el fijo. Lo ven. Lo miran. Ven un número desconocido o, directamente, en la pantallita aparece la leyenda Número Desconocido. Llaman desde un número oculto, o quizá uno que no sólo no está oculto, sino que tiene catorce o quince cifras. Piensan en no cogerlo, o directamente no lo cogen, o cuelgan.
Pero saben que no se va a cansar, que tras esa llamada vendrán más. Hasta que se aburran. Hasta que revienten. Hasta que, hartos de tanto soniquete, decidan descolgar, acercárselo a la oreja y musitar un desganado «¿Sí?». Pausa. «¿Diga?». Silencio. «¿Hola?». Se oye como un vacío lejano y, en el mejor de los casos, les cuelgan. Mientras se acuerdan de la familia de Alexander Graham Bell, suena de nuevo. Mismo número, o quizá otro distinto. Deciden ignorarlo, pero saben que no pueden y, de mala gana, descuelgan de nuevo. «¿Quién es?», responden, secos como un puñado de sarmientos en plena canícula.
De nuevo un silencio que, les comento, es el retardo que se produce porque el call-center desde el que les llaman, ese que tiene maquinitas automatizadas para generar miles de comunicaciones por minuto, está lejos, muy lejos de aquí. Una voz les responde, les llama por su nombre y les dice que llama de parte de su compañía de gas. O su compañía de la luz. O su compañía telefónica. Nunca revelan la marca si no se les pregunta, siempre dirán «le llamo de parte de SU compañía» y, si ustedes les preguntan, quizá sean sinceros y les digan de parte de quién llaman antes de intentar engañarles para que se cambien. O quizás les cuelguen sin más, o lo hagan cuando ustedes les respondan que no son de esa compañía. Resultado final, les cuelgan. Con suerte, tras un pequeño número de llamadas perdidas. Con menos suerte, tras una carretada de ellas.
Hace un tiempo les hablé de los pérfidos comerciales ‘en frío’, puerta a puerta, y sus arteras estrategias. Ahora ya no llaman a la puerta. Ahora nos llaman por teléfono. Atentos.