Mientras España grita en silencio, el debate político sigue interfiriendo en cuestiones médicas y científicas y la carrera por avanzar en la desescalada está servida, en un escenario que no admite más titubeos. La meta está clara. Hasta cuándo y cómo, no tanto. Sánchez busca prolongar un ‘estado de alarma distinto’. ¿Y mientras?
Mientras las cifras del paro tocan techo,  el turismo se congela a las puertas del verano. El Ejecutivo anuncia una cuarentena para quienes lleguen a España. Otro titular, parecido a la instrucción, matizada después, de suspender las rebajas. Todo se revisará pero, de momento, la noticia está en la calle. Sucedió lo mismo hace días con las declaraciones de Celaá anticipando que la vuelta a las aulas quizá pase por un sistema de turnos. Menos avances informativos y más propuestas contrastadas con los sectores implicados.
Mientras callejeo rumbo a la peluquería me reafirmo en la urgencia de mimar el comercio local. Nunca es hora de obviar consumir lo nuestro. Fomentar lo propio está al alcance de todos. Es economía y es salud.
Mientras paseo en el horario infantil marcado en la fase 0, mi hijo, al que le encantan los libros de espías, no tiene ni que jugar a serlo: los siguientes en la franja de salida ya están en la calle. Ni juegan al despiste. 
Mientras algunos se esconden, o no, para hacer botellón otros siguen trabajando contra la Covid-19 curando a todos. Mientras se homenajea a sanitarios en el Día de la Enfermería me pregunto si cuando la pandemia esté lejos seremos capaces de reconocer profesiones esenciales. 
En la fase de los abrazos y los besos rotos, la improvisación y la confusión tienen toda la pinta de quedarse por mucho tiempo. También debe hacerlo la conciencia social. Eso sí es responsabilidad individual. Porque la vida sigue. La distancia social, también.