Carmen Hernando

Desde la campiña

Carmen Hernando


Como si no pasara nada

18/02/2023

Os aseguro que no suelo ser nada alarmista. Todo lo contrario. Soy optimista por naturaleza. Pero no por confianza injustificada en el destino, sino porque creo en el esfuerzo, la fuerza de voluntad y, por qué no decirlo, la empatía intrínseca del ser humano. Sin embargo, llevo unos meses muy preocupada, sentimiento al que se ha unido últimamente la estupefacción ante la inacción de los gobernantes mundiales para frenar la escalada bélica a la que nos están arrastrando. ¡Qué irresponsabilidad!

El comienzo de la guerra de Ucrania nos afectó emocionalmente a todos. Ahora bien, el instinto de supervivencia nos lleva a vivir nuestro día a día como si no pasara nada. Como una pelea que hay en la esquina de un bar por la que recibimos un empujón de vez en cuando. ¿Pero alguien piensa de verdad que esa reyerta no va a acabar en pelea multitudinaria? Sobre todo, si no solo no se hace nada por impedirlo, sino todo lo contrario: primero se envían armas a ver si Ucrania aguanta, luego Rusia declara la anexión de algunas zonas a ver si lo soportamos nosotros, después enviamos tanques… y después un misil caerá donde no debía y ya no habrá vuelta atrás. Y nadie está haciendo nada útil por impedirlo.

Y mientras tanto, por si esto fuera poco, EEUU se dedica a derribar globos chinos para hacer más amigos. Además de otros objetos volantes que no sabe de quién son, pero no les importa. Si son de otro país, mal. Pero si no descartaban que fueran extraterrestres, como dijeron en un principio, peor. ¿De verdad ese es el mensaje que queremos transmitir al universo? ¿Que destruimos lo desconocido por principio? Menos mal que yo creo que son de EEUU, aunque no lo sepan ni ellos mismos. Pero el mensaje ahí está. Por si acaso. Y todo esto sin Trump.

Reconozco que quizás me esté dejando influir por el último libro que he leído (escrito en 2021, y buenísimo, por cierto): Nunca, de Ken Follett. Pero es que la realidad va cumpliendo paso a paso sus predicciones, y lamento deciros, por no destripar el final, que su relato acaba más bien regular. Permitidme un consejo: disfrutemos el camino, porque puede que no lleguemos a la meta.