40 horas de trabajo a la semana (más otra diaria para desplazamientos) hasta los 67 años, con un poder adquisitivo menguante y una caducidad laboral cada vez más rápida gracias a la digitalización, la robotización y, sobre todo, a los ajustes de costes que siempre suelen tocar a los mismos. Ese es el caldo de cultivo en el que se ha abierto el debate de la semana laboral de 4 días, ese y el aumento de las bajas psicológicas, de los accidentes por infartos, derrames, ictus y un largo etcétera de enfermedades que no tienen nada de natural.    

Sorprenden los enormes avances en el mantenimiento predictivo de las máquinas con el Big Data, que anticipa sus averías para mejorar su rendimiento y durabilidad, y los atrasos en el estudio del 'mantenimiento' de los trabajadores, que están dando claros síntomas de desgaste y saturación.

Es necesaria una revolución en los tiempos de trabajo, cambios tranquilos, testados y que no perjudiquen a la productividad y organización de las empresas. Si los trabajadores de la Junta están en ello, ¿por qué no el resto? Es, además, una revolución ya en marcha, sin necesidad de decretos, porque cada día es más fuerte el peso de unos jóvenes que no están dispuestos a aceptar todo. La hostelería sufre este cambio: no son atractivos ni sus tiempos ni sus condiciones. Igual ocurre con la construcción o con la industria... 

Es un error haber infravalorado las posibilidades que abrió el teletrabajo durante la pandemia, es un error no ofertar más flexibilidad horaria, no brindar formación complementaria, en definitiva, no escuchar a aquellos de quienes va a depender una empresa. Hasta hace muy poco imperaba eso de 'o lo tomas o lo dejas', o el 'afuera hace mucho frío...' o amenazas similares. Ya no, aunque algunos no se den por aludidos.