Esther Alonso

Ser o Tener

Esther Alonso


Del mismo Burgos

20/04/2022

Coincidirá conmigo en que pocas cosas hay tan largas en Burgos como el invierno, que nos mantiene con el sayo de pata larga y cuello vuelto desde la quincena anterior al Pilar hasta el 40 de junio, y al que algún verano arisco se le suman los lunes, miércoles, y viernes, de las semanas pares, y los martes, jueves y sábados, de las impares. 
Tan largo es el invierno en esta tierra, que en 2021 se declaró al verano el día más caluroso del año, triste realidad que aquí no nos sacudimos ni con el calentamiento global amenazando con la subida de temperatura a todos los rincones del planeta, salvo, claro está, a éste. 

Bromas aparte, que el cambio climático es un asunto muy serio, recuerdo que una tarde de agosto en la que el viento comenzaba a doblar las esquinas navaja en mano, haciéndonos saber a todos quién es el verdadero dueño y señor de las calles burgalesas, me pareció escuchar a dos atrevidos turistas que habían tenido la osadía de salir en pantalón corto después de las ocho de la tarde, que si ese era el tiempo que aquí hacía en verano no podían ni imaginar lo que éramos capaces de soportar durante el invierno… Me compadecí entonces de mí misma, y tan indignada estaba con el clima que me habían dejado en herencia mis antepasados, que me fui hasta la Plaza de Santa Teresa, puño en alto, a echarle la bronca a la estatua del Conde Diego Porcelos, y a reclamarle todas las primaveras y veranos que me había chuleado.

A juzgar por la importancia que le otorga al verano, el que no parece ser del mismo Burgos es el concejal del Servicio Municipalizado de Deportes, quien el próximo estío mantendrá en obras la piscina más grande de la ciudad, la familiar de El Plantío. Y no es que me queje de que por fin vayamos a poder sacar a los niños del agua del mismo color que entraron… Pero con más días de invierno que morcillas, bien habría podido el Ayuntamiento comenzar la obra el pasado septiembre, y haberla ejecutado durante un invierno covid. Pues, tras dos años de pandemia, los burgaleses habríamos querido disfrutar en 2022, como se merece, del único día de verano al que anualmente tenemos derecho por misericordia meteorológica.