Rafael Monje

DE SIETE EN SIETE

Rafael Monje

Periodista


Tristeza, desazón y cabreo

24/07/2022

Examino mis sentimientos, pirograbados en mi alma tras los incendios en una tierra que amo, como es Castilla y León, como es Zamora, y la única certeza que saco, por el momento, es una agobiante sensación de tristeza y desazón, seguida de cerca por la de cabreo.
La tristeza, porque nuestra comunidad autónoma y provincias como Zamora no han sido tradicionalmente favorecidas ni por la suerte ni por la gestión ni por el tino político y que el monte arda sin freno se antoja una burla cruel más para un territorio que merece la misma prosperidad que muchos otros y que solo ha cometido el pecado de acumular, uno tras otro, los peores indicadores socioeconómicos de España.
La desazón, porque cada vez resulta más difícil sacar fuerzas de flaqueza y espolear el ánimo lo suficiente como para superar esa inquietud que dificulta el sueño nocturno. Un vecino que tuvo que ser evacuado de uno de esos 35 pueblos en el incendio originado el pasado domingo en Losacio, en la provincia de Zamora, me describió el gozo interior que sintió cuando le dijeron que podía volver a casa. Llegó al pueblo con su esposa, comprobó que todo estaba bien en su hogar, excepto una cerca chamuscada, y respiró hondo. El matrimonio cenó y se fue a la cama pero él se despertó bruscamente, con el corazón desbocado, a las tres de la madrugada, escuchando dentro de su cabeza el sonido ensordecedor de las llamas.
Conozco esa sensación. Es propia de haber perdido recientemente a un ser querido. El sueño se interrumpe y sientes que has olvidado hacer algo importantísimo hasta que te das cuenta de que esa persona no está. Y los ojos se ponen acuosos cuando la mente te lleva a pensar en los familiares y allegados del bombero forestal y del pastor que perdieron la vida en el incendio de Losacio. Esas personas tenían sus vidas, sus sueños, sus temores y sus proyectos; seres queridos que deseaban verlas pronto y que ya no podrán hacerlo porque el fuego mostró su ira ciega.
A partir de ahí, es imprescindible intentar encontrar el porqué. Saber cómo empezó todo, hace varias décadas, y cómo se alinearon las piezas para provocar el desastre, desde que los pueblos empezaron a perder habitantes por la falta de inversión y de oportunidades hasta que el monte empezó a quedar desatendido, cuando la masa vegetal empezó a acumularse y se convirtió en un polvorín bajo un halo indiferente de política de baja estofa.
La tristeza y la desazón mandan pero no podemos olvidar el cabreo. La responsabilidad queda tan difuminada, desde hace tanto tiempo y con tantos protagonistas que resulta imposible centrarla con absoluta justicia. Hay un puñado de responsables públicos que ostentan cargos de máxima relevancia pero no parecen darse por aludidos y, con el año electoral 2023 en perspectiva, nunca está de más darse unas vueltas por zonas ennegrecidas por el fuego. La foto es espectacular cuando se les planta el micrófono en medio de la antesala del infierno. Especialmente si vistes ropa de color claro.
En fin. Todo demasiado triste. Excesiva torpeza en la gestión pública y, una vez más, las desgracias cayendo sobre los mismos.