Comenzó el paseíllo. Superada la cuesta de enero, se ha abierto la veda para el desfile de autoridades, cargos políticos y personalidades varias en nuestro medio rural. Un paseíllo que, no podía ser menos, viene acompañado de fondos económicos y plazos concretos para terminar esas rotondas, carreteras y variados proyectos que se habían quedado en una aparentemente eterna espera de ejecución.

¡Ay mis pueblos! No quiero imaginar la multitud de llamadas que estarán recibiendo estos días alcaldes, afiliados o simpatizantes en los miles de pequeños municipios de este país para asegurar una candidatura. «Anda, mira a ver, convence a alguien…», «¿cómo no vas a repetir, con lo bien que os ha ido?», «no puedes dejar que entren los otros»…

Porque, una vez que cierren las urnas, las principales noticias, los titulares mayoritarios que vamos a leer o escuchar van a ser, exclusivamente, la cantidad de municipios que han salido con uno u otro color político y, posteriormente, las múltiples lecturas que ello va a tener y las especulaciones que se van a hacer de cara a la siguiente cita electoral. Es decir, la cantidad de banderitas de distintos colores que se van a pinchar en el mapa. Y, en este caso, la España rural sí que cuenta.

Me pregunto qué pasaría si en la gran mayoría de los pequeños municipios se presentaran grupos independientes de vecinos, sin banderas ni colores. Al fin y al cabo, son esos puñados de vecinos los que se van a comprometer a gestionar los recursos de sus pueblos, por vocación pública, convencimiento, o ilusión, lo que afectará a su tiempo libre y su trabajo, y todo ello sin cobrar un euro. Nunca se ha planteado una compensación económica para ellos y, si en alguna ocasión ha salido este debate, curiosamente siempre se concluye que está muy mal visto.

En fin. Seguiremos soñando con una realidad distinta y que ustedes disfruten del paseíllo.