Blanca García Álvarez

De aquí y de allí

Blanca García Álvarez


Después de la cuota

09/03/2023

El domingo me enfrenté a mi primera oposición. «Aquí somos todos mujeres o gays», me dijo el de delante. Miré a mi alrededor y mujeres éramos muchas, lo de LGTBI no se comprobaba tan fácilmente (y tampoco me interesaba).

Extraordinario para un cuerpo que en 1975 contaba con un 0.22% de mujeres entre sus funcionarios. Y no, no he añadido un cero sin querer.

Una cifra de una oposición al Cuerpo diplomático que permite conocer cómo hemos avanzado (o no). Son datos de hace cuarenta años que describen una realidad que no es lejana. Actualmente, el mismo dato -mujeres entre la totalidad de diplomáticos- ha alcanzado el 31 % y, de los embajadores españoles acreditados en el extranjero, sólo un 10% son mujeres. Ellas equivalen a un 1% del total de mujeres que aprueban la oposición.

Entiendo que es un campo con características muy suyas y muy privilegiadas: la vida brincando de estado en estado, la conciliación familiar es difícil y requiere una preparación previa bastante importante. Todo ello puede ayudar a que el perfil socio-cultural y económico de los que estábamos reunidos en ese aula y los que ya aprobaron fuese bastante similar. Con una diferencia: entre 1941 y 1964, ser varón era requisito obligatorio para poder presentarse a la misma prueba que yo estaba haciendo hace cuatro días. Más de veinte años desde el Decreto del 6 de diciembre de 1941 en los que no hubo una diplomática de carrera.

No ha sido hasta esta promoción (la 74°) que el número de mujeres aprobadas ha superado al 50%. ¿Supondrá que dentro de veinte años habrá esta misma proporción entre los embajadores? ¿o se quedarán por el camino por toda la mochila que no les permite ascender?

Quizás es momento de preguntarnos las murallas a las que se enfrentan y buscar la forma de resolverlas en vez de querer cuadrar cifras paritarias para luego encontrarse sin futuro. 

Las cuotas pueden ser mecanismos de entrada necesarios para abrir un camino a sectores de la población que tienen cerrada esa puerta antes de empezar a competir, pero de nada sirven -más que para vender humo- si no se acompañan de medidas que permitan que esa misma población pueda sostenerse en el futuro con armas propias y sin complejo de inferioridad.

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