Ignacio Fernández de Mata

Los Heterodoxos

Ignacio Fernández de Mata


Calima

16/03/2022

Vivo diariamente el imposible sueño de una vida normal. Nada es como se supone y todo conduce al desborde. La astenia primaveral llega este año como maldición bíblica, con la sensación de vapulearme inmisericordemente, y caigo en cuenta de ello mientras escucho al locutor de la radio decir que se cumple el segundo aniversario del inicio de la pandemia… Estoy seguro de que tengo la fatiga esa, porque al hecho de tener el borde interior de las orejas en carne viva de la puta goma de las mascarillas, el tabique nasal escocido de la pinza de la ffp2, siento una irritación permanente ante las estupideces y sinsentidos que veo en mi derredor -de los excesos happyfloweristas, a los ignorantes y manipuladores de la historia, pasando por los negacionistas de la ciencia y del sentido común; ¡que no se puede llamar mujer a la hembra de la especie humana!, bueno, bueno…-.

Las elecciones regionales han puesto su granito de intranquilidad. La irresponsable convocatoria de Mañueco ha costado 6,6 millones al erario público. Súmese a eso otros 4 ó 5 millones gastados por los partidos concurrentes. Vamos, cerca de 12 millones de euros gastados para estos maravillosos resultados. Sin mencionar la ilusionante gestión de las negociaciones políticas que han conducido a la irrelevancia de todos los partidos, salvo de los ultras.

Y la guerra, joder. La guerra. Una guerra de mierda, estúpida -como casi todas-, que me tiene al borde del llanto con cada telediario en que aparecen las familias desesperadas abandonando sus hogares, separándose, mandando al extranjero a los hijos, contemplando cómo se van al garete sus pueblos y ciudades por no sé qué geoestrategia de los cojones al borde del Mar Negro. Viendo tanta muerte y destrucción, tanta necesidad y desgracia, uno se siente miserable quejándose del atraco que supone la factura de la luz, por no hablar de lo que ha subido la bolsa de la compra, cualquier servicio, la gasolina… Y, me temo, esto no ha hecho más que empezar, porque las guerras empiezan así, entre risas y bravuconadas, levantando los postes de las barreras como quien juega al sogatira. Y acaban con el hundimiento de un continente.

Para más inri, la calima, el simún redivivo, obliga a mayor embozo. No respire, no salga, no haga nada. Si no fuera por la solidaridad de algunos con los ucranianos era como para apagar la luz.
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