Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


Soul

09/04/2021

Mis dudas sobre el libro La tiranía del mérito de Michael J. Sandel podían ser injustificadas, pues los prejuicios nos acompañan con demasiada fuerza en la tarea titánica del aprendizaje. Con los años nos sentimos más cómodos leyendo los argumentos que retroalimentan nuestras ideas y el timbre de nuestra voz nos suena más agradable. El libro de este filósofo norteamericano es sugerente como pocos. Puede que no sea del todo honesto en algunos aspectos, pero toca una fibra real que explica una parte del auge del populismo actual. Para un icono de la progresía, debe de ser demoledor relatar la deriva política de la izquierda, aunque no deja de ser extraño que alguien que ha votado dos veces a Barack Obama le haya citado tantas veces para atacar sus puntos de vista.

Parte del prestigio cultural del comunismo se sustenta en la incapacidad intelectual de la derecha para comprender a Hegel y generan suspicacia los escritores brillantes cuando son fáciles de comprender. Tal vez dicen cosas evidentes o son tan hábiles con su retórica que nos embaucan para comprar sus ideas; no descarto que haya algo de eso en este libro. Pese a todo ilumina con fuerza las causas del resentimiento social de una parte creciente de la población. Cometemos un trágico error si ignoramos que una porción importante de la sociedad está incómoda con la dirección política, las consecuencias económicas o el entorno que le rodea.

La democracia, un modelo político imperfecto seguro, se encuentra en una encrucijada peligrosa. Para su correcto funcionamiento requiere que sus votantes confíen y cooperen en su desarrollo, respetando pacíficamente las leyes que emanan del parlamento. Desgraciadamente, la clase política apuesta por defender los intereses de los triunfadores de la economía moderna y desprecia a los expulsados por el avance tecnológico. Los políticos ocultan los temas importantes alegando la complejidad de los mismos para evitar saber la opinión de sus ignorantes votantes. Ningún político ha aportado ninguna solución a la pérdida constante de empleo, salvo su inevitabilidad, y la élite dirigente ataca sin piedad a cualquiera que cuestione la inmigración o el multiculturalismo, como ejemplos de racismo latente.

Hemos nacido en una sociedad donde creemos tener derecho a la felicidad, al amor, los bienes materiales y la salud. Esta idea es errónea porque el futuro no depende solo de nuestra voluntad. La dignidad laboral y su reconocimiento social son indispensables en una sociedad sana; por lo menos es lo que piensa el escritor.