Aurelio Medel

Hecho a mano

Aurelio Medel


El abuelo y la digitalización

14/02/2022

Esta semana se ha paseado por todos los medios de comunicación un abuelo valenciano de 78 años con su cachava y su reivindicación: «Soy mayor, no idiota». Pide que los bancos den trato personal a los mayores, que no los envíen a los cajeros o a internet para realizar sus operaciones y obtener dinero en efectivo. En pocas semanas ha conseguido más de 600.000 firmas que han servido para que el Banco de España y el Ministerio de Asuntos Económicos reciban a este abuelo, de nombre Carlos San Juan, y sobre todo para que exijan a las entidades financieras medidas contundentes en la atención a las personas mayores. La maravilla es que ya ha conseguido que las entidades reaccionen y se han puesto manos a la obra.

Este movimiento parece el momento oportuno para aprovechar el rebufo y poner encima de la mesa dos problemas interrelacionados: la brecha digital y la exclusión rural. Ambos afectan muy especialmente a esta región, ya que Castilla y León es una de las comunidades más envejecidas, y la falta de habilidades digitales se concentra en los mayores, y con más pueblos pequeños, muchos de ellos con una cobertura de internet muy deficitaria.

Por tanto, es el momento de que las administraciones, en todos sus niveles, y las empresas privadas desarrollen un modelo de colaboración que permita hacer frente a la exclusión digital y rural. Además, los fondos europeos ofrecen la oportunidad de financiar las iniciativas que se lleven a cabo en este campo, ya que la digitalización y la economía verde son ejes centrales que Europa quiere potenciar.

El 40% de los españoles entre 16 y 74 años admite que no tiene las habilidades digitales básicas, según un estudio de la Fundación Cotec. Por encima de 74 años no preguntan porque ya se sabe que el porcentaje se va a ir cerca del 100%. Por tanto, alrededor de la mitad de la población española tiene dificultades para seguir el proceso de digitalización que se está produciendo en la sociedad, en las empresas y en la administración. 

Además, el problema de la exclusión digital tenderá a convertirse en crónico ya que, afortunadamente, la innovación va a continuar y la capacidad humana de asumir novedades sufre un fuerte parón con la jubilación. Ahí se pierde el aprendizaje continuo que ofrece el entorno laboral, en el que se incorporan de forma natural todas las novedades digitales, y además se suma la natural pérdida de capacidad de asumir novedades a medida que se cumplen años. Por tanto, los que hoy se manejan sin problemas en el entorno digital serán candidatos a tener dificultades a medida que se hagan mayores. Siempre fue así, en el mundo analógico y en el digital, por eso el diálogo entre el nieto y el abuelo es tan interesante. Uno aporta novedad y otro, experiencia y se produce un intercambio natural de conocimiento.

Por tanto, es urgente crear un sistema público/privado que de una manera estructurada y continua, como son los centros de competencias digitales, vaya ayudando en la actualización y asimilación de la digitalización, incorporando la perspectiva rural, ya que tienen problemas añadidos a los que se sufren en las ciudades, como la ausencia de red de apoyo.

Renegar de la innovación es absurdo, porque es tanto como renunciar a la avance de la sociedad, pero el cambio requiere un tiempo de asimilación. Lo importante es que en este crecimiento no se quede nadie atrás. Hoy se corre el riesgo de excluir a millones de personas que se pueden convertir en los analfabetos del siglo XXI, en los nuevos parias.