Jesús Quijano

UN MINUTO MIO

Jesús Quijano

Catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad de Valladolid


Cambiar de año

28/12/2020

Recordarán que nos las prometíamos muy felices con este 2020. Era un número redondo, dos veces veinte, cambio de año y de década. Imposible un mejor augurio. Había signos razonablemente fiables de recuperación económica tras la larga etapa de crisis que venía desde hacía más de diez años; incluso el año se iniciaba con la formación de Gobierno, no exenta de polémica y de tensión, tras un periodo, también prolongado, de inestabilidad. En cierto modo se cerraba un paréntesis, inconscientes como estábamos del que se iba a abrir de inmediato.

Si ahora, cuando el año está a punto de terminar, hacemos balance, comparando aquellas previsiones iniciales con la realidad que hemos conocido, seguramente tendremos la sensación de haber estado instalados en una prolongada pesadilla que alteró nuestras vidas con consecuencias cuya profundidad y alcance aún no sabemos.

Este fue el año de la primera vez para tantas y tantas cosas. Para mí, y sólo por poner un ejemplo, era la primera vez en 45 años de actividad académica que, sin pisar el aula, le explicaba las lecciones a un triste ordenador sin rostro para que luego los alumnos pudieran verlo. Pero eso es anecdótico, visto en el panorama general. Para la inmensa mayoría sería la primera vez que, durante meses, no pudo compartir un rato de compañía con personas cercanas; ni siquiera tomarse un vino. Para muchos otros fue aún peor: no se acordarán del 2020 por lo que hicieron por primera vez, sino por lo que hicieron por última vez, por lo que perdieron, por lo que ya no podrán volver a hacer; cosas tan habituales como dar un abrazo a alguien que se fue, por poner otro ejemplo.

Así que este puñetero 2020 nos ha tocado mucho la moral y nos ha dejado una huella complicada porque nos ha puesto delante de nuestra verdadera naturaleza de seres débiles, vulnerables y un tanto indefensos, cuando nos creíamos exentos de todo riesgo. Váyase, pues, sin paz ni bien; váyase por donde vino y ojalá pudiéramos olvidarlo, aunque no creo que vaya a ser posible. Y que pase el siguiente, un 2021 que a la fuerza tiene que ser mejor, a poco que se lo proponga. Pero no estaría mal que le ayudáramos un poco nosotros mismos. Todos juntos, quiero decir.