José María Vicente

El Rincón de...

José María Vicente


Un viaje en autobús

24/08/2021

Todavía es tiempo de verano y por tanto de hacer cosas diferentes al resto del año. En esta ocasión, obligado por las circunstancias, he cogido un autobús de línea. Había pasado mucho tiempo desde la última vez y tengo que admitir que no me apetecía nada el plan. Para empezar está el asunto de la covid. Ya sé, mucha mascarilla FFP2, pero no me inspiraba mucha confianza. La primera sorpresa fue que por un módico suplemento podía comprar el asiento de al lado y aumentar la sensación de seguridad. ¡No todo era malo! Como la cosa no tenía vuelta de hoja decidí relajarme y tratar de mantener el tipo. Mi plan A era una novela interesante y unos cascos para spotify en el teléfono. Se me olvidaba mencionar que el trayecto de unos 170 kilómetros iba a ser cubierto en… ¡unas tres horas y media! El autobús seguía el trazado de los pueblos con una infinidad de paradas. La primera parte era nueva para mí y resultó bastante entretenida. El autobús va tan despacio que daba margen a la observación. En primer lugar estaban los viajeros. Aquí la variedad es amplia. Desde el que se aísla deliberadamente del resto hasta el dicharachero. Mientras que al primero le olvidas rápidamente el segundo es todo un mundo. Al subir saluda al conductor como si hiciera lo mismo todos los días. Después va explicando la razón de su desplazamiento, que tiene que ver con pequeñas gestiones cotidianas, tanto para sí mismo como para una parte relevante de su parentela. De todo te enteras aunque no quieras. En las paradas, la altura del autobús te permite ver a la señora mayor asomada a la ventana como forma de combatir la soledad marcada en su cara. Están las que sacuden ropa con una energía sorprendente y los que se asoman sólo para fumar dando a entender que ese el último reducto que les queda. Y con unas cosas y otras va consumiéndose el tiempo con algunas discusiones de viajeros que pretenden ser apeados en lugares no adecuados o que se les ha pasado su parada. A medida que llegaba a mi destino iban quedando menos clientes y el paisaje me resultaba más conocido. El horizonte se ensanchaba en un mar de cereal amarillo con algunas pequeñas nubes de polvo a lo lejos. Están cosechando, pensé, y deseé que fuera abundante. Los agricultores, que nos han dado alimentos en la pandemia, se lo merecen. Y de esta forma me acerqué a mi destino sin abrir la novela ni colocarme los cascos. Toda una sorpresa que sólo se vio amenazada por la ansiedad que me produjo el retraso que el autobús venía acumulando que ponía en peligro el que pudiera cumplir con una cita. Creo que después de esto he aprendido que un viaje en autobús de línea da para mucho más de lo que parece.