Fernando González Urbaneja

Cartas desde 44 leguas

Fernando González Urbaneja


Una catedral viva

20/07/2021

En una fecha como hoy es imposible sustraerse al 800 aniversario de nuestra Catedral, con mayúsculas de singular. Cerrar los ojos e imaginar la escena 800 años atrás del rey Fernando y el obispo Mauricio colocando el sillar de la que imaginaban una gran catedral a la altura de lo que aspiraba ser Castilla en aquel momento crítico de la mal valorada Edad Media. De entonces acá lo que la Catedral nos enseña a poco que miremos es su naturaleza viva y su capacidad de cambio y adaptación a lo actual. 

Me parece que estamos ante una catedral de nuestro tiempo en la cual ‘pasan cosas’, que acoge acontecimientos de todo tipo que se ameritan por el hecho de ocurrir en ese escenario. Y está viva porque la sociedad burgalesa se lo ha propuesto a lo largo del tiempo. Desde luego que así fue durante los siglos XVI y XVII cuando algunos mecenas engrandecieron el templo con casi dos decenas de capillas que replican a la propia catedral en singularidad y opulencia.

También las sucesivas renovaciones que la engrandecían y modificaban durante los siglos posteriores. Y desde luego que sigue esa tendencia durante el último cuarto siglo, ya en el XXI, con la limpieza y actualización del edificio que nos ha entregado otra piel, otra visión de nuestra Catedral. En breve la nueva iluminación y la visita nocturna que ofrecerá otras perspectiva y oferta para visitantes. 

En la Catedral ‘pasan cosas’ que interesan a los burgaleses e incentivan a los visitantes. Desde luego que es un templo para el culto, pero también el resultado de una obra colectiva que tienen que estar abierta a la cultura, a la comunidad y a la cooperación. 

Durante los últimos meses y los próximos la Catedral va a experimentar esa apertura, su capacidad para acoger y para atraer. Un activo para los burgaleses y su futuro que el 800 aniversario ha acreditado y que no se puede perder para el futuro. Lo de estos días es la demostración de que la catedral está viva, que es más que una catedral de piedra y que, con o sin puertas del siglo XXI, es un motivo de orgullo.