Belén Delgado

Plaza Mayor

Belén Delgado


Más tarjetas rojas en los partidos

04/12/2022

Viendo el partido del otro día entre Japón y España me pareció entender un poco mejor por qué este deporte es la verdadera religión de nuestro tiempo. De entrada, porque con el rodar del balón, con sus caprichos y sus emociones, hasta consigue que nos olvidemos de dónde se celebra en esta ocasión el ritual: en un país que no pasaría el examen básico de dignidad salvo porque la compra por encima y por debajo de la mesa.

Pocos autores como el uruguayo Eduardo Galeano se han mojado tanto en sus textos para denunciar la injusticia universal. Y pocos han escrito tanto de balompié como él (El fútbol a sol y sombra). Cuando le pedían que explicara esta pasión por algo banal, empezaba por admitir que «nadie es perfecto». Después venía la carga de profundidad: «Es que el fútbol es un espejo del mundo y en mis libros me ocupo de la realidad», dijo unos meses antes de fallecer.

El partido con los nipones mostró cómo la anarquía de un juego lleno de reglas y rayas se apropia de un guión que parecía escrito y deja a todos al borde del colapso. Y 'colapso' fue la palabra que utilizó el 'premier' español, Luis Enrique, para explicar la fusión de plomos de sus chicos. Quien dominó el 80% del tiempo acabó derrotado. Quien vivía agazapado, en una táctica extraña a sus necesidades (ganar), acabó triunfando.

Más allá de quién gana y quién pierde, lo que más me reconcilia con el fútbol es que cada vez más se impone el juego limpio, dentro y fuera. No hay tanganas, apenas tarjetas rojas, las aficiones van a una fiesta y no a un graderío-trinchera (imagino que el alcohol cero tendrá algo que ver en Catar).

Sé que no hay nada que justifique su traslado a la vida diaria. Pero a lo mejor sí. ¿O qué deberían ser si no nuestros parlamentos? Un campo de fútbol en el que desplegar los mejores regates dialécticos para convencer al público para que se haga de nuestros colores. Les resumo como va la competición por aquí esta semana: '¡socialcomunistas, la suya es una historia criminal!', '¡hay que combatir a esta banda de fascistas!', '¡ustedes defienden la cultura de la violación!'… Me ahorro dar los nombres de los 'equipos'. Ya los conocen. Mientras los árbitros (as) de estos 'partidos' no saquen tarjetas rojas y les expulsen, me seguiré quedando con el fútbol.