Luis Miguel de Dios

TRIGO LIMPIO

Luis Miguel de Dios

Escritor y periodista


Fútbol

06/07/2021

El fútbol logrará esta tarde-noche lo que desde hace siglos parece imposible: que desaparezcan, aunque sea durante un par de horas, las dos Españas y que todos (o casi) apoyemos a una sola, a la selección de Luis Enrique. Milagros del balompié. Serán noventa minutos en los que indultos, broncas políticas, remodelación del gobierno, covid (¡ay, ay, ay, los rebrotes!), PAC perderán protagonismo para prestárselo a Unai Simón, Morata, Busquets y compañía. Nada une más que un gol de los nuestros o que el portero de la «Roja» pare un penalti cuando ya nos dábamos por derrotados. Y qué decir de ese pitido final que nos conducirá a la siguiente ronda y, con ella, a la posibilidad de ser nada menos que campeones de Europa. Entonces, cuando el árbitro da por acabado el partido, alzamos los brazos eufóricos, gritamos, nos abrazamos, aplaudimos y hasta lanzamos vivas y más vivas. En ese momento, se funden las dos Españas, desaparecen las diferencias y nos sentimos parte de un destino común. «Soy español, español, español», que se cantaba tras el Mundial del 2010 y el gol de Iniesta. El problema es que ese estado emocional dura lo que dura. Pronto surgen las miradas torvas, las descalificaciones, el odio y la consideración del rival como enemigo a batir. Y vuelta la burra al trigo. Y, para nuestra desgracia, retorno al clima de crispación al que parecemos condenados desde iberos y celtas hasta nuestros días. El fútbol cumple su misión redentora, pero no es el Bálsamo de Fierabrás ni sus efectos son permanentes. Si hoy gana España, tendremos otros cuantos días de sosiego, esperanza y unión patriótica. Si pierde, leña, insultos y división cainita. Aunque solo fuera por esto, habrá que rezar para que Azpilicueta, Koke y demás se impongan a Italia. No es igual irse a la cama soñando con la final en Wembley que cabreados por la derrota y, en particular, por tal o cual fallo. Cada uno elegirá su responsable y le cargará todas las culpas, algo muy español. De modo que encomendémonos a San Gol y su poder mágico. Ese que nos lleva a pasar un tiempo sin pegarnos entre nosotros. Que ya es bastante.