Juan Francisco Lorenzo

Pensar con los ojos

Juan Francisco Lorenzo


Infectados versus enfermos

13/12/2021

Hoy puede que no sea bien interpretado con lo que voy a escribir, pero lo voy a hacer. A estas alturas de la pandemia, con un elevado porcentaje de población vacunada, revindico un cambio sobre lo que se llamó nueva normalidad. La situación ha cambiado considerablemente, pero el relato sigue aferrado al drama como si estuviera narcotizado por él.

En el entorno del sida siempre hemos distinguido un infectado de un enfermo: el asunto no es baladí, un infectado no es un caso de sida y no hay que declararlo a la autoridad sanitaria como tal, el infectado inmunodeprimido o con complicaciones es el enfermo, aunque ni uno ni otro si están en tratamiento, trasmiten la infección.

La mayoría de los casos contabilizados de coronavirus diagnosticados por PCR, asintomáticos, se curan quedándose 10 días en casa, bueno no se curan porque no tienen nada de qué curarse, están infectados pero no son enfermos. Y no he conocido yo en 40 años de experiencia ninguna grave enfermedad que se cure sola tomándote 10 días de vacaciones domiciliarias. Es más, tras esos 10 días ni siquiera hay que comprobar que la PCR se haya negativizado para poder recuperar una vida normal. Todo esto es gracias a las vacunas, pero ahora que estamos vacunados, algunos ya en tercera ronda, el relato no ha cambiado y hay que reeditarlo. 

No quiero frivolizar con este planteamiento, pero no estoy cómodo en una sociedad que practica el arte de confundir, de alimentar a los ciudadanos con una pitanza de datos sesgados, cuantificados para darle patina científica, porque necesitamos empezar a distinguir el trigo de la paja con información que permita cambiar miedo por confianza, drama por serenidad, propiciando un entorno de recuperación de la vieja normalidad. 

Sobrevivir constreñidos emocionalmente no ayuda a vivir, ni a relacionarse, ni a trabajar, y llevamos constreñidos demasiado tiempo, ya me sé eso de que no hay que bajar la guardia y estoy de acuerdo, pero sí hay que levantar las fronteras emocionales y permitir la interacción social y familiar con el sentido común que se nos supone. 

El sentido crítico no debe eclipsarse por miedo, y la deshumanización provocada por la covid cada vez está menos justificada.