María Albilla

Plaza Mayor

María Albilla


Ser o no ser (un borrego)

08/11/2020

El otro día cayó en mis manos un libro precioso. Las 101 maravillas del mundo. Al echar el primer vistazo el volumen se abrió y aparecieron los guerreros de terracota de Xi’an y casi sin pensarlo cobraron vida en mi cabeza. De repente, me los imagine marchando con dignidad como si fueran caminantes blancos al ritmo de manípulo romano rumbo al más allá para servir en otra vida al primer emperador de China, Qin Shi Huang.
Sin más, archivé aquel pequeño devaneo de mi imaginación hasta que unas cuantas noches después encendí la tele y vi un ratito del programa de First dates (qué quieren, no todo va a ser estudiar la enciclopedia británica). El caso es que esa noche cenaban juntos una pareja de 19 años, ella, y 20 él. Para animar la charla de esa primera cita a ciegas el programa les planteo la siguiente pregunta. ¿A qué personaje histórico admiras más?  Ella respondió: «Yo, no sé, yo es que a quien más admiro es a Ylenia». Él se rió tímido asintiendo y comentó: «Claro, claro. Yo, a Torrente». Apagué la tele atónita, pero mi cabecita seguía funcionando y me volví a acordar de los guerreros de terracota, pero esta vez me los imaginé con la cara de esos jóvenes, la representación de una sociedad aborregada que sigue a un líder cualquiera sin cuestionarse el por qué.
Me parece especialmente peligrosa esta actitud en los tiempos que corren en los que apenas hay debate y la política se torna una lucha en la que solo vale el conmigo o contra mí. No hay posibilidad de réplica. No hay opción de negociación. No hay clemencia para el que pierde. Parece que solo se puede entrar en el manípulo y atacar al que venga de frente. Sin educación, sin referentes, sin sentido crítico e idolatrando a Ylenia  o la figura que representa Torrente en un momento de gran desafección por las instituciones, no puedo parar de preguntarme qué futuro nos espera.